Como maestra de escuela primaria,
mi madre hizo lo posible para que
yo tuviera buenas habilidades lectoras.
Esto consistía en lecciones de lectura
de fin de semana en la mesa de la cocina
mientras mis amigos jugaban fuera.
Mi capacidad lectora mejoró
pero esas lecciones de lectura forzada
no inspiraron de verdad mi amor por leer.
La escuela secundaria cambió todo.
En 10º, mi clase de inglés leía relatos
cortos y hacía pruebas de ortografía.
Por puro aburrimiento pedí
que me cambiaran a otra clase.
Al siguiente semestre,
fui a la clase de inglés "avanzado".
(Risas)
Leímos dos novelas y escribimos
dos reseñas de libros ese semestre.
La diferencia drástica y el rigor
entre estas dos clases de inglés
me enojaron y provocaron preguntas como:
"¿De dónde son todos estos blancos?"
(Risas)
Mi escuela secundaria contaba con
más del 70 % de personas negras y latinas,
pero en la clase avanzada de inglés había
estudiantes blancos por todas partes.
Este encuentro personal
con el racismo institucionalizado
alteró mi relación
con la lectura para siempre.
Aprendí que no podía depender de una
escuela, un maestro o un plan de estudios
para aprender lo que necesitaba saber.
Y más por rebeldía,
que por ser intelectual,
decidí que ya no permitiría
que otras personas dictaran
cuándo y lo que debería leer.
Y sin darme cuenta, encontré una clave
para ayudar a los niños a leer
La identidad.
En lugar de obsesionarse
con las competencias
y cambiar estudiantes
de un nivel de lectura a otro
u obligar a los lectores con dificultades
a memorizar listas
de palabras desconocidas,
deberíamos hacernos esta pregunta:
¿Cómo podemos inspirar a los niños
a identificarse como lectores?
DeSean, un brillante alumno de
primer grado al que enseñé en el Bronx,
me ayudó a entender cómo
la identidad forma el aprendizaje.
Un día, durante la clase de matemáticas,
caminé hasta DeSean y dije:
"DeSean, eres un gran matemático".
Él me miró y respondió:
"¡No soy matemático,
soy un genio de las matemáticas!"
(Risas)
De acuerdo, DeSean,
¿y la lectura?
Eso es algo completamente diferente.
"Sr. Irby, no sé leer.
Nunca voy a aprender a leer", dijo.
Le enseñé a DeSean a leer,
pero hay innumerables chicos negros
que siguen atrapados en el analfabetismo.
De acuerdo con el Departamento
de Educación de EE.UU.
más del 85 % de los chicos negros de 4º
no tienen competencias lectoras.
¡El 85 %!
Cuantos más desafíos
enfrentan los niños que leen,
más competentes culturalmente
deben ser los educadores.
Siendo pluriempleado como comediante
durante los últimos ocho años,
entiendo la importancia
de la competencia cultural,
que defino como la capacidad de traducir
lo que quieres que sepa
o que llegue a poder hacer
comunicando o experimentando
lo que consideran relevante y atractivo.
Antes de subir al escenario,
evalúo una audiencia.
¿Son blancos, son latinos?
¿Son viejos, jóvenes,
profesionales, conservadores?
Entonces soy curador y modifico mis bromas
basado en lo que creo
que generará más risa.
Mientras actuaba en una iglesia,
podía contar chistes de bar.
Pero eso podría no dar lugar a la risa.
(Risas)
Como sociedad, estamos creando
experiencias de lectura para niños
eso es el equivalente a contar
chistes de bar en una iglesia.
Y luego nos preguntamos
por qué tantos niños no leen.
El educador y filósofo Paulo Freire
creía que la enseñanza y el aprendizaje
deberían ser bidireccionales.
Los estudiantes no deben considerarse
como contenedores vacíos
para llenarlos con hechos, sino
como cocreadores de conocimiento.
Los planes de estudios
y políticas escolares esteriotipados
que exigen que los estudiantes
estén sentados quietos como estatuas
o que trabajen en completo silencio,
estos a menudo excluyen las necesidades
individuales de aprendizaje,
el interés y la experiencia de los niños,
especialmente de los chicos negros.
Muchos de los libros para niños
que presentan a niños negros
se centran en temas serios, como
esclavitud, derechos civiles y biografías.
Menos del 2 % de los maestros
en EE.UU.: son hombres negros.
Y la mayoría de los niños negros
son criados por madres solteras.
Hay literalmente jóvenes negros que
nunca han visto a un hombre negro leyendo.
O nunca un hombre negro los alentó a leer.
¿Qué factores culturales,
qué claves sociales están presentes
que llevarían a un joven negro a pensar
que esa lectura es incluso
algo que debería hacer?
Es por eso que creé Barbershop Books.
Es una organización
sin fines de lucro par la alfabetización
que crea espacios de lectura amigables
para los niños en las barberías.
La misión es simple:
ayudar a los jóvenes negros
a identificarse como lectores.
Muchos muchachos negros van
a la barbería una o dos veces al mes.
Algunos ven a sus barberos más
de lo que ven a sus padres.
Barbershop Books conecta la lectura
con un espacio centrado en el hombre
e involucra experiencias de lectura
temprana de hombres negros y niños.
Este programa de lectura
basado en la identidad
usa una lista curada de libros
para niños recomendados por niños negros.
Estos son los libros que
realmente quieren leer.
El informe escolar y
el informe de familia de 2016
encontró que lo principal que
los niños buscan cuando eligen un libro
es que el libro los haga reír.
Si se toma en serio la tarea de ayudar
a los niños negros y a otros niños a leer
cuando no lo piden,
hay que incorporar modelos
de lectura masculinos relevantes
en la alfabetización temprana.
A cambio, algunos de los libros para
niños que a los adultos les gustan tanto
como los libros graciosos, tontos
o incluso burdos, como "Gross Greg".
(Risas)
"Los llamas boogers.
Greg los llama azúcarillos ricos".
(Risas)
Esa risa, esa reacción positiva
o reacción grave que alguno
de Uds. acaba de tener,
(Risas)
es la que los muchachos negros
merecen y necesitan desesperadamente.
Pero eliminar las salvajes desigualdades
que plagan la educación estadounidense
nos exige crear experiencias de lectura
que inspiren a todos los niños
a decir tres palabras:
Soy un lector.
Gracias.
(Aplausos)