Me llamo Canwen, toco el piano y el violín. Algún día aspiro a ser doctora, y mi asignatura favorita es el cálculo. Mis padres son padres sobreprotectores, de los que no me dejan ir a pijamadas, pero intentan arreglarlo haciéndome mi comida favorita cada día. Arroz. Y soy muy mala conductora. Ahora mi pregunta es, "¿Cuánto tiempo les tomó averiguar que estaba bromeando?". (Risas) Como probablemente hayan adivinado, hoy voy a hablar sobre raza y empezaré compartiendo mi historia con Uds. sobre crecer siendo asiático-americana. Me mudé a los EE. UU. cuando tenía dos años, por lo que prácticamente toda mi vida he vivido en una mezcla de dos culturas. Como pasta con palillos. Soy adicta al pollo a la naranja, y mi héroe de infancia fue Yao Ming. Pero habiendo crecido en Dakota del Norte, Dakota del Sur e Idaho, todos esos estados con una muy pequeña diversidad racial, fue difícil conciliar mi, por así llamarla, exótica herencia china con mi predominante identidad americana. Acostumbrada a ser la única asiática de la clase, era consciente de que lo primero que la gente se fijaba en mí, era en que no era blanca. Como niña, rápidamente empecé a darme cuenta que tenía dos opciones frente a mí. Formar parte del estereotipo que se esperaba de mí, o formar parte de la "blancura" que me rodeaba. No había punto medio. Para mí, esto significaba que a pesar de que sabía que era buena en matemáticas, la gente decía que lo era solo por el hecho de ser asiática, no porque en realidad me esforzara mucho. Significaba que cuando un chico me invitaba a salir, era porque él tenía "la fiebre amarilla", no porque yo le gustara. Significaba que por mucho tiempo mi identidad se había formado sobre el hecho de que era diferente. Pensé que ser asiática era la única cosa especial sobre mí. Estos efectos fueron enfatizados en los lugares donde vivía. No me malinterpreten. Solo un pequeño porcentaje de gente fue racista, o, extremadamente racista, pero la gran mayoría eran un poco despistados. Ahora, sé que estarán pensando, "¿Cuál es la diferencia?". Aquí va un ejemplo. No racista puede sonar como, "Yo soy blanco y tú no". Racista puede sonar como, "Soy blanco, tú no, y eso me hace mejor que tú". Pero despistado suena como, "Soy blanco, tú no, y no sé que cómo lidiar con eso". No dudo ni un segundo de que estas personas descuidadas son aún personas simpáticas con buenas intenciones. Pero hacen algunas preguntas que se vuelven muy incómodas con el tiempo. Aquí van algunos ejemplos. "Tú eres china, Dios mío, tengo un amigo chino, ¿lo conoces?". (Risas) "No. No lo conozco. Porque contrariamente a tus expectativas irreales, no conozco a uno solo de los 1,35 mil millones de chinos que viven en el planeta Tierra". Además, la gente tiende a preguntar, "¿De dónde proviene tu nombre?", y realmente no sé cómo responderles, así que a menudo, digo la verdad. "Mis padres me lo pusieron. ¿De dónde viene el tuyo?". (Risas) Ni siquiera me hagan contarles las veces que la gente me confunde con otra persona asiática. Una vez, alguien se me acercó y me dijo, "¡Angie, me encanta tu obra de arte!". Estuve muy confundida, por lo que solo le agradecí y me fui. Pero de todas las preguntas mi favorita sigue siendo la clásica, "¿De dónde eres?", porque he vivido en muchos lugares, así que la conversación normalmente va así, "¿De dónde eres?". "Oh, soy de Boise, Idaho." "Entiendo, pero, ¿realmente de dónde eres?". "Viví un tiempo en Dakota del Sur". "Bien, ¿y antes de eso?". "Viví en Dakota del Norte". "Bien, iré al grano, lo que te quiero decir es, ¿has vivido en algún lugar lejos de aquí, donde la gente habla un poquito diferente?". "Oh, entiendo lo que quieres decir, sí, he vivido en Texas". (Risas) Usualmente, se rinden y se preguntan por qué no soy una de los asiáticos guay como Jeremy Lin o Jackie Chan, o se saltan las bromas innecesarias y van directo al: "¿De dónde es tu familia?". Solo para que lo sepan, esa es la mejor estrategia. Pero, por más divertidas que sean estas interacciones, a veces me hicieron querer rechazar mi propia cultura, porque pensé que me ayudaría a adaptarme. Me alejé del estereotipo asiático tanto como pude, humillando mi propia raza y pretendiendo odiar las matemáticas. Lo peor fue que funcionó. Mientras más rechazaba mi identidad china, más popular me hacía. A mis compañeros les gustaba más, porque me parecía más a ellos. Me volví más segura, porque supe que me parecía más a ellos. Pero a medida que me americanicé, también comencé a perder partes y pedazos de mí, partes de mí que nunca pudieron regresar, y no importa cuánto intenté disimular que era igual a mis compañeros americanos, no lo era. Porque para la gente que había vivido en lugares donde yo viví, lo blanco es la norma, y para mí, lo blanco se volvió la norma también. Para mi cumpleaños catorce, recibí el videojuego The Sims 3, que te permite crear tus personajes y controlar sus vidas. A mis catorce años, creé la pequeña familia perfecta, con una gran mansión y una enorme piscina. Me envicié con el juego por casi 3 meses, y luego lo dejé y nunca pensé de nuevo en aquello, hasta hace unas semanas atrás, cuando de pronto me di cuenta. La familia que había personalizado era blanca. El personaje que me había diseñado era blanco. Todos los que había diseñado eran blancos. Y la peor parte fue, que esto no había sido una decisión consciente. Nunca me había puesto a pensar que podía diseñar a mis personajes para que lucieran como yo. Sin pensarlo, el blanco se había vuelto mi norma. La verdad es que los asiático-americanos juegan un extraño rol en el crisol americano. Somos la minoría modelo. La sociedad usa nuestro éxito para enfrentarnos contra la gente de color como justificación de que el racismo no existe. Pero ¿qué significa esto para nosotros, los asiático-americanos? Significa que no somos suficientemente parecidos como para ser aceptados, pero no somos muy diferentes para ser odiados. Estamos en una zona gris permanente, y la sociedad no está segura de qué hacer con nosotros. Nos agrupan por el color de nuestra piel. Nos dicen que debemos rechazar nuestra propia herencia, para poder encajar en la multitud. Nos dicen que nuestra extranjería es la única característica identificable de nosotros. Nos despojan de nuestras identidades una a una, hasta ser extranjeros pero no muy extranjeros. Americanos, pero no muy americanos, individuos, pero solo cuando al alrededor no hay otra gente de nuestro país nativo. Quisiera tener siempre el coraje para hablar de estos temas. Pero viniendo de una cultura que evita la confrontación, y otra que está dividida por la raza, ¿cómo supero la presión para mantener la paz, mientras trato de ser auténtica? Y aunque odie admitirlo, a menudo no me pronuncio, porque, si lo hago, corro el riesgo de que me digan que soy muy sensible, o que me ofendo fácilmente, o que simplemente no vale la pena. Pero quiero preguntar, ¿hay gente dispuesta a admitirlo? Sí, los temas raciales son controversiales. Pero esa es precisamente la razón por la que necesitamos hablar de ello. Recién cumplí 18, aún hay muchas cosas que no sé sobre el mundo. Pero lo que sí sé es que es muy dífícil de admitir que Uds. podrían ser parte del problema, que, todos nosotros podríamos ser parte del problema. En vez de ofrecerles una guía paso a paso de cómo no ser racista con los asiáticos, les permitirá decidir qué tomar de esta charla. Todo lo que puedo hacer, es compartir mi historia. Mi nombre es Canwen, mi color favorito es el púrpura. Toco el piano, pero no mucho el violín. Tengo dos padres increíblemente comprensivos y muy trabajadores y un hermano genial de 10 años. Me encanta el cálculo más que nada, a pesar de que como arroz, y soy una terrible conductora. Pero, sobre todo, estoy orgullosa de quien soy. Un poco americana, un poco china, y mucho de ambas. Gracias. (Aplausos)