¡No hables con extraños!
¿Quién ha oído eso antes?
Esto es lo que oímos todos
de padres, profesores y colegas
cuando somos pequeños.
¿Y por qué?
Según la psicología,
incluso niños de solo siete años
ya evalúan la confianza en los extraños
con la misma exactitud que los adultos.
Pero aun así, por miedo a lo desconocido,
intentamos evitar toda
comunicación con extraños.
Y tengo que felicitarnos,
porque ahora, en el siglo XXI,
hemos perfeccionado el arte
de no hablar con extraños,
gracias a nuestros aparatos tecnológicos.
Hoy, cuando vamos por la calle,
mirando al teléfono
y con AirPods en los oídos,
nos cruzamos con gente
que ni nos damos cuenta que está ahí.
Porque, ¿para qué íbamos a hacerlo?,
¿me van a presentar a mi alma gemela?,
¿van a encontrarme mi próximo trabajo?
Probablemente no.
Así que parece que entablar conversaciones
con extraños es una pérdida de tiempo.
Y además, estamos muy ocupados.
Pero yo quiero convencerles
de lo contrario,
de que hablar con extraños
y adentrarse en lo desconocido
mejorará sus vidas exponencialmente,
al brindarles más oportunidades
y al conectarles con su comunidad.
Imaginen que son las 8:30 de la mañana
y llaman el ascensor
en el octavo piso de su edificio
para ir a trabajar.
Tienen un café en la mano,
y suben al ascensor,
que de repente para en el séptimo piso.
Y se sube una señora con sus dos perros.
¿Qué hacen entonces?
A. Hablan de los perros: "¡Son adorables!"
B. Sacan su teléfono y fingen
hacer algo de suma importancia.
C. Se quedan incómodos bebiendo su café.
Piensen en lo que suelen hacer
y sean totalmente honestos,
¿Elegirían la opción A?
¡Veo que son amigables!
¿Y la opción B?
¡Ahí están los expertos en actuación!
¿Y la C?
¡Sí! Ahí están mis incómodos
compañeros bebedores de café.
Esa solía ser yo, hasta una tarde
en que mientras tomaba café con mi tía
me contó la historia
de cómo consiguió su trabajo actual.
Ella era asesora financiera,
hasta que un día recibió un correo
en el que la despedían.
Esa semana, envió seis solicitudes
a diferentes empresas,
intentando desesperadamente
conseguir un trabajo.
Un mes después, muy desilusionada,
se subió al ascensor
tras entrenar en Planet Fitness.
En el ascensor había dos hombres,
y ella empezó a quejarse
de los desafíos de conseguir empleo.
Y uno de ellos le comentó que su esposa
trabajaba para una reclutadora
especializada en el área
en la que ella estaba interesada,
y le dio su número.
Mi tía llamó a la reclutadora,
y en dos semanas
tenía un trabajo que amaba.
Y todo por haber hablado
con un extraño en un ascensor.
El viaje en ascensor promedio
en Nueva York dura 118 segundos.
Eso es todo.
Eso es lo que se necesita
para iniciar una conversación
que lleve a un lugar interesante
y diferente, incluso transformador.
Inspirada por la historia de mi tía,
decidí convertir una oportunidad
de ascensor de 118 segundos,
en una oportunidad que durara 8 horas.
Quería descubrir las historias
de compañeros de viaje de la MTA
hablando con ellos.
Me subí al metro nº 6
a las 9 de la mañana en la calle 86.
Esto fue, por supuesto,
antes de la COVID-19.
Y me quedé en la línea verde,
subiendo y bajando, hasta las 5 pm.
Un total de 8 horas en el metro.
Y todo el tiempo, mi objetivo era
hablar con gente que no conocía
y que probablemente no volvería a ver.
Y les pregunté lo mismo
para iniciar una breve conversación:
"Si este vagón de metro
te llevara a cualquier parte,
¿a dónde irías?"
A veces, la respuesta era solo
un encogimiento de hombros
o fingir que atendían
a un mensaje de texto o un juego,
incluido el Subway Surfer.
Era fácil entender su reticencia
a hablar con extraños.
Creo que muchas personas pensaron
que probablemente estaba loca
y se alejaron de mí
como si estuviera enferma.
Pero la gente con la que sí conecté,
me dio respuestas fascinantes.
Conocí a un joven que me contestó
señalando a una publicidad del vagón
sobre ir de vacaciones a Florida.
Quería que el metro lo llevara
a las playas de mar azul,
y estar ahí con su novio,
quería huir del bullicio.
Otra perspectiva muy diferente
vino de una mujer mayor,
que dijo que quería
que el metro la llevara a Marte.
Toda su vida amó la astronomía,
y hoy, con el ascenso de la astrobiología,
que como me explicó es el estudio
de vida en otros planetas,
quería ver por ella misma
la posibilidad de vida en Marte.
Y ahí estaba yo,
sentada con esta persona visionaria
al más puro estilo de Elon Musk.
Una tercera y última muestra
de mis más de 200 interacciones,
fue una madre de cinco hijos
y embarazada de un sexto,
que me dijo que quería
que el metro la llevara a casa,
que era exactamente adonde se dirigía.
Quería abrir la puerta de casa
y sentir el cálido abrazo de sus hijos
tras un largo día de trabajo.
Esperaba que no hubiera retrasos
ya que deseaba preparar
la cena para sus hijos,
cuyo plato favorito era
pasta con salsa de tomate.
¡Yo también quería!
El Neoyorquino promedio se pasa
seis horas semanales viajando,
usualmente acompañado de otros viajeros.
Y eso es perfecto para hablar con extraños
y empezar algún tipo de conversación,
incluso si es solo para
elogiarlos por algo.
Y de hecho, es bueno para todos.
Un estudio realizado en 2014
por Nicholas Epley y Juliana Schroeder
y publicado en la Asociación
de Ciencias Psicológicas,
mostró que las personas
que hablan con otros viajeros
tenían un viaje al trabajo más positivo
e igualmente productivo.
Y siempre podremos mejorar nuestra
puntuación del Candy Crash más tarde.
De esa pregunta yo logré suficientes
historias como para escribir un libro.
Y en clase encontré la inspiración
para revisar ese miedo de la infancia
de hablar con extraños.
Una de mis profesoras encontró
a su alma gemela de ese modo.
Veamos cómo.
Ella estaba en una tienda,
en el pasillo de los helados,
intentando alcanzar
el helado de galletas con trocitos
de chocolate de Ben & Jerry's.
Un hombre se acercó
y se ofreció a ayudarla.
Medía 1,89
El le dijo que ese era su sabor favorito,
"¡También el mío!", dijo ella
y empezaron a hablar.
En pocas palabras, mi profesora
y el hombre intercambiaron sus números,
y a la siguiente semana se tomaron un café
ya que descubrieron que trabajaban cerca.
Una cosa llevó a la otra
y hoy ya celebran 25 años de casados.
No cabe duda de que tuvieron suerte
de que su encuentro no sucediera
hoy día, durante la COVID-19,
donde el metro y medio de distancia
pudo haberles impedido ser pareja.
¡Esperemos volver a tener
vida social pronto!
Y cuando podamos, ¿qué haremos diferente?
¿cómo saldremos de la hibernación?
¿Qué mejoraremos,
sabiendo la importancia de la interacción
social al estar privados de ella?
Tal vez pueda recomendar un guión
para ayudarles, si les interesa.
Pueden empezar preguntando algo divertido.
Es extraño, pero les sorprendería
cuánto quiere compartir la gente.
¿Qué preguntarían?
A. ¿Cuál es tu color favorito?
B. Si hicieras un vídeo en YouTube
con mil millones de visitas,
¿de qué se trataría?
ó C. Si este vagón te pudiera llevar
adonde sea, ¿a dónde irías?
Cuando esta pandemia termine,
y volvamos a llenar el metro,
los ascensores y las tiendas,
volvamos y compartamos la energía humana
que tanto extrañamos
durante esta pandemia.
Hagan de ello un propósito.
Adiós a los incómodos sorbos de café
o a fingir mirar el teléfono.
Mejor hablen con un extraño.
Gracias.