Durante casi una década, los científicos
buscaron la fuente de un virus mortal
recorriendo las montañas más altas
de China y las cavernas más aisladas.
Finalmente la encontraron aquí:
en los murciélagos de la cueva de Shitou.
El virus en cuestión era el coronavirus
el cual causó una epidemia
de síndrome respiratorio agudo severo,
o SARS, en el 2003.
Los coronavirus son un grupo de virus
cubiertos de pequeñas espículas de
proteínas parecidas a lo que se conoce
como "corona" en latín.
Hay cientos de coronavirus conocidos.
Siete de ellos infectan a los humanos
y pueden causar enfermedades.
El coronavirus SARS-CoV causa
SARS, MERS-CoV causa MERS
y SARS-CoV-2 causa el COVID-19.
De los siete coronavirus humanos,
cuatro de ellos causan resfriados,
e infecciones leves, pero contagiosas
de la nariz y la garganta.
Dos de ellos infectan los pulmones
y causan enfermedades mucho más graves.
El séptimo, que causa COVID-19,
tiene características de los ambos:
se esparse fácilmente,
pero afecta de manera severa los pulmones.
Cuando una persona infectada tose,
rocía gotas que contienen el virus.
El virus infecta a otra persona cuando
esas gotas entran en la nariz o la boca.
Los coronavirus se transmiten
mejor en espacios cerrados,
donde personas están más juntas.
El clima frío evita que su delicada
envoltura se seque,
permitiendo que el virus sobreviva
por más tiempo entre anfitriones,
mientras que la exposición a
los rayos UV de la luz solar lo daña.
Estas variaciones estacionales son más
importantes para los virus ya conocidos
Pero como nadie es inmune
a un nuevo virus
y tiene tantos huéspedes posibles que no
necesita un ambiente ideal para regarse.
En el cuerpo, las espículas de proteína
se incrustan en las células del huésped
esto permite que el virus se apropie
de la célula del huésped
para replicar sus propios genes.
Los coronavirus
almacenan sus genes en el ARN.
Todos los virus son virus
del ARN o virus del ADN.
Los virus de ARN tienden a ser
más pequeños, con menos genes,
es decir, que infectan a muchos huéspedes
y se replican rápidamente en ellos.
En general, los virus de ARN no tienen
un mecanismo de revisión,
mientras que los virus de ADN sí.
Así, cuando un virus de ARN se replica,
es más probable que tenga errores
llamados mutaciones.
Muchas de estas mutaciones
son inútiles o incluso dañinas.
Pero algunas hacen que el virus
se adapte más a ciertos entornos,
como una nueva especie anfitrión.
Las epidemias usualmente ocurren cuando
un virus salta de animales a humanos.
Esto es cierto para los virus
de ARN que causaron
las epidemias de Ébola, Zika y SARS,
y la pandemia de COVID-19.
Una vez el virus esté en humanos,
el virus sigue mutándose,
no lo suficiente
para crear un nuevo virus,
pero sí lo suficiente como para crear
variaciones o cepas del original.
Los coronavirus tienen algunas diferencias
clave con la mayoría de los virus de ARN.
Son de los más grandes, es decir,
que tienen la mayoría de los genes.
Eso crea más oportunidades
para mutaciones dañinas.
Para palear el riesgo, los coronavirus
tienen una característica única:
un enzima que verifica los errores
de replicación y corrige las fallas.
Esto hace que los coronavirus
sean mucho más estables,
con una tasa de mutación más lenta,
que otros virus de ARN.
Si bien esto puede sonar formidable,
la tasa de mutación lenta es
en realidad una señal prometedora
cuando se trata de desarmarlos.
Después de una infección, el sistema
inmune reconoce los gérmenes
y destruirlos de manera rápida
si nos infectan nuevamente
y así, no volver a enfermarnos.
Una mutuacion hace
que un virus se vea diferente
para nuestro sistema inmunológico
y por eso, sea más difícil de combatir.
Además genera que los antivirales
y las vacunas sean menos efectivas,
porque están diseñadas
específicamente para un virus.
Por eso necesitamos vacunarnos
contra la gripe cada año:
el virus de la influenza muta tan rápido
que aparecen nuevas cepas constantemente.
La tasa de mutación lenta
de los coronavirus significa
que nuestro sistema inmunológico,
medicamentos y vacunas
podrían reconocerlos durante
más tiempo después de la infección
y, por lo tanto, protegernos mejor.
Aún así, no se sabe por cuánto tiempo
nuestro cuerpo perdure inmune
a diferentes coronavirus.
Nunca ha habido un tratamiento
o vacuna aprobada para un coronavirus.
No nos hemos centrado
en los virus que causan resfriados,
y aunque se están llevando a cabo
tratamientos para el SARS y el MERS,
las epidemias terminaron antes de que los
tratamientos acabaran los ensayos clínicos
A medida que continuemos asediando
los hábitats de otros animales,
algunos científicos dicen que un nuevo
contagio de coronavirus es inevitable,
pero si investigamos estas incógnitas,
no tiene que ser devastador.