En 1992,
un barco mercante que trasladaba juguetes
de baño se vio atrapado en una tormenta.
Los contenedores cayeron por la borda,
y las olas arrastraron
28 000 patitos de goma y otros
juguetes al Pacífico norte.
Pero no permanecieron
en el mismo lugar.
Por el contrario,
los patitos se dispersaron
por todo el mundo,
y los investigadores aprovecharon
el recorrido de estos juguetes
para delimitar con más precisión
las corrientes oceánicas.
Las corrientes oceánicas
se generan por distintas fuerzas:
el viento, las mareas, los cambios
en la densidad del agua,
y la rotación de la Tierra.
La topografía del fondo oceánico
y la línea costera también influyen:
las corrientes se vuelven más rápidas,
más lentas o cambian de dirección.
Pueden distinguirse dos tipos
de corrientes oceánicas:
corrientes superficiales
y corrientes profundas.
Las corrientes superficiales mueven
el 10 % del agua de los océanos,
mientras que las corrientes profundas
trasladan el 90 % restante.
Si bien se originan de distintas formas,
las corrientes superficiales y
las profundas se afectan mutuamente
en una intrincada danza que mantiene
a los océanos en movimiento.
Cerca de la costa,
las corrientes superficiales son
impulsadas por los vientos y las mareas,
que hacen que el agua avance y retroceda
conforme el nivel del mar
aumenta o disminuye.
En el océano abierto, en cambio,
el viento es el principal motor
de las corrientes superficiales.
Cuando el viento sopla en el océano, mueve
consigo las capas superiores del agua.
Estas capas superficiales
movilizan las capas inferiores,
las cuales, a su vez, mueven
las que están más abajo.
En efecto, incluso el agua
a 400 metros de profundidad
se ve afectada por el viento
que sopla en la superficie.
Si observas los patrones de las corrientes
superficiales de todo el mundo
desde el espacio,
notarás que forman grandes bucles,
conocidos como 'giros',
que van en el sentido de las agujas
del reloj en el hemisferio norte,
y en el sentido opuesto
en el hemisferio sur.
Esto se debe al efecto
de la rotación de la Tierra
sobre los vientos
que originan estas corrientes.
Si la Tierra no girara,
el aire y el agua simplemente
se moverían hacia delante y atrás
entre el ecuador,
donde la presión es baja,
y los polos, donde la presión es alta.
Pero dado que la Tierra gira,
el aire que va desde el ecuador
al polo norte se desvía hacia el este,
mientras que el aire que va
en la dirección contraria
se desvía hacia el oeste.
La imagen opuesta
se ve en el hemisferio sur,
por lo que las principales
corrientes de aire
forman patrones similares a los giros
alrededor de las cuencas oceánicas.
Esto se denomina 'efecto Coriolis'.
El viento empuja los océanos
y origina así los movimientos rotatorios.
Y, como el agua retiene
más calor que el aire,
estas corrientes contribuyen
a la redistribución del calor
en todo el planeta.
A diferencia de
las corrientes superficiales,
las profundas son impulsadas
principalmente por los cambios
en la densidad del agua salobre.
Cuanto más cerca del polo norte,
más fría se vuelve el agua
y mayor es su concentración salina,
pues los cristales de hielo que se forman
retienen el agua pero no la sal.
Esta agua fría y salobre
es más densa, por ello se hunde,
a la vez que el agua más cálida sube,
estableciéndose así una corriente vertical
denominada 'circulación termohalina'.
La circulación termohalina
del agua profunda
y del agua superficial
impulsada por los vientos
se combinan y forman un sinuoso recorrido
llamado 'cinta transportadora oceánica'.
El agua que se mueve de las profundidades
del océano a la superficie
transporta nutrientes que sirven
de alimento a los microorganismos
que son la base de muchas
cadenas alimentarias en el océano.
La cinta transportadora oceánica
es la corriente más larga del mundo
y abarca todo el planeta.
Pero se mueve a unos pocos
centímetros por segundo.
A una gota de agua podría llevarle
miles de años recorrer el mundo entero.
Más aún, la temperatura
cada vez más alta del mar
parece estar ralentizando
la cinta transportadora.
Hay modelos que muestran cómo esto
afecta los sistemas climáticos del mundo,
y nadie tiene certeza de qué sucedería
si se ralentiza todavía más,
o si se detiene por completo.
La única forma en que podremos pronosticar
y prepararnos para lo que se avecine
será avanzando en
el estudio de las corrientes
y las poderosas fuerzas que las impulsan.