No es difícil imaginar un mundo en el que en cualquier momento dado, Uds. y todos sus conocidos podrían ser aniquilados sin previo aviso con solo pulsar un botón. Esta fue la realidad para millones de personas durante los 45 años tras la Segunda Guerra Mundial, ahora conocidos como la Guerra Fría. Mientras EE.UU. y la Unión Soviética se enfrentaban en todo el mundo, cada uno sabía que el otro tenía armas nucleares capaces de destruirlo. Y la destrucción nunca fue tan inminente como durante los 13 días de la crisis de los misiles en Cuba. En 1961 EE.UU. trató de derribar sin éxito al nuevo gobierno comunista de Cuba. Ese intento fallido conocido como Bahía de Cochinos, convenció a Cuba de buscar ayuda en la U.R.S.S. El primer ministro soviético Nikita Khrushchev estaba feliz de cumplir un despliegue nuclear en secreto de misiles a Cuba, no solo para proteger la isla, para contrarrestar la amenaza de misiles estadounidenses en Italia y Turquía. Para cuando la inteligencia de EE.UU. descubrió el plan, los materiales para crear los misiles ya estaban en su lugar. En una reunión de emergencia, el 16 de octubre 1962, los asesores militares pidieron un ataque aéreo a los sitios de misiles y la invasión de la isla. Pero el presidente John F. Kennedy eligió un enfoque más cuidadoso. El 22 de octubre, anunció que la Marina de EE.UU. interceptaría todos los envíos a Cuba. Hubo solo un problema: el bloqueo naval fue considerado un acto de guerra. A pesar de que el presidente lo llamó una cuarentena que no bloqueaba las necesidades básicas, los soviéticos no apreciaron la distinción. En una indignada carta a Kennedy, Khrushchev escribió: "La violación de la libertad de usar aguas internacionales y espacio aéreo internacional es un acto de agresión que empuja a la humanidad al abismo de una guerra mundial de misiles nucleares". De este modo se produjeron los seis días más intensos de la Guerra Fría. Mientras EE.UU. exigió la eliminación de los misiles, Cuba y la U.S.S.R insistieron que solo se defendían. Y mientras se seguía cargando las armas, EE.UU. se preparó para una posible invasión. El 27 de octubre, un avión espía pilotado por el mayor Rudolph Anderson fue derribado por un misil soviético. El mismo día, una carga impactó un submarino soviético nuclear desde un buque de la Marina de EE.UU. que intentaba hacerlo emerger. Los comandantes del submarino, sin poder comunicarse con la superficie, pensaban que la guerra había comenzado y se disponían a lanzar un torpedo nuclear. Tres agentes debían tomar esa decisión por unanimidad. El capitán y el oficial político autorizaron el lanzamiento, pero Vasili Arkhipov, el segundo al mando, se negó. Su decisión salvó el día y quizá al mundo. Pero la crisis no había terminado. Por primera vez en la historia, los militares de EE.UU. pasaron a DEFCON 2, la disposición de defensa a un paso de la guerra nuclear. Con cientos de misiles nucleares a punto de lanzarse, el metafórico Reloj del Juicio Final se situó en un minuto para la medianoche. Pero la diplomacia primó. En Washington, DC, el procurador general Robert Kennedy se reunió en secreto con el embajador soviético Anatoly Dobrynin. Tras intensas negociaciones, llegaron a la siguiente propuesta: EE.UU. eliminaría sus misiles de Turquía e Italia y prometía no invadir Cuba a cambio de la retirada soviética de Cuba bajo inspección de la ONU. Una vez concluida la reunión, Dobrynin envió un cable a Moscú diciendo que el tiempo era esencial y no se debía perder la oportunidad. Y a las 9 del día siguiente, llegó un mensaje de Khrushchev anunciando que retirarían los misiles soviéticos de Cuba. La crisis había terminado. Aunque criticado en su momento por sus respectivos gobiernos por negociar con el enemigo, el análisis histórico contemporáneo muestra gran admiración por la capacidad de Khrushchev y Kennedy de resolver diplomáticamente la crisis. Pero la lección inquietante fue que un leve error de comunicación, un comandante en una fracción de segundo podría haber frustrado sus esfuerzos, de no ser por la valiente decisión de Vasili Arkhipov. La crisis de los misiles de Cuba reveló lo frágiles que son los políticos humanos en comparación con el poder aterrador que pueden desencadenar.