Las sonrisas son contagiosas.
Cuando conozco a alguien
por primera vez, simplemente sonrío,
incluso antes de decir "¡Hola!"
Cuando alguien me sonríe,
me hace sentir bien.
Y si tengo un mal día,
siempre me hace sentir mejor.
Una vez, un niño no fue
muy amable conmigo
y no me dejaba jugar.
Me sentí muy triste
hasta que mi amigo vino
y mi invitó a jugar.
En ese momento, su sonrisa
y su amabilidad me animaron.
Me gusta sonreír a la gente
porque no cuesta nada,
y vale un millón.
Cada vez que sonrío a alguien,
se manda la luz del sol a sus vidas.
Es una sensación agradable.
Cuando mi abuelo estaba en el hospital,
no me dejaban visitarlo
porque era la temporada de gripe.
Nos extrañábamos tanto.
Así que decidí hablar
con él por FaceTime.
Cuando él respondió,
los dos nos sonreímos.
Fue un amor inexplicable.
Una sonrisa no se puede
comprar, prestar, o robar,
pero el valor es infinito.
Todos nosotros necesitamos
más caras sonrientes y felices.
Es el mejor poder de todos.
Si sonríen, pueden hacer
del mundo un lugar mejor.
Está marcado por mi cara personal.
La próxima vez que pasen
al lado de alguien,
mírenlo y denle una gran sonrisa amable.
Porque se siente genial para los dos.
Nunca sabremos todo lo bueno
que una simple sonrisa puede hacer.
Así que difúndanlo por todo el mundo.
(Aplausos y vítores)