Las sonrisas son contagiosas. Cuando conozco a alguien por primera vez, simplemente sonrío, incluso antes de decir "¡Hola!" Cuando alguien me sonríe, me hace sentir bien. Y si tengo un mal día, siempre me hace sentir mejor. Una vez, un niño no fue muy amable conmigo y no me dejaba jugar. Me sentí muy triste hasta que mi amigo vino y mi invitó a jugar. En ese momento, su sonrisa y su amabilidad me animaron. Me gusta sonreír a la gente porque no cuesta nada, y vale un millón. Cada vez que sonrío a alguien, se manda la luz del sol a sus vidas. Es una sensación agradable. Cuando mi abuelo estaba en el hospital, no me dejaban visitarlo porque era la temporada de gripe. Nos extrañábamos tanto. Así que decidí hablar con él por FaceTime. Cuando él respondió, los dos nos sonreímos. Fue un amor inexplicable. Una sonrisa no se puede comprar, prestar, o robar, pero el valor es infinito. Todos nosotros necesitamos más caras sonrientes y felices. Es el mejor poder de todos. Si sonríen, pueden hacer del mundo un lugar mejor. Está marcado por mi cara personal. La próxima vez que pasen al lado de alguien, mírenlo y denle una gran sonrisa amable. Porque se siente genial para los dos. Nunca sabremos todo lo bueno que una simple sonrisa puede hacer. Así que difúndanlo por todo el mundo. (Aplausos y vítores)