Vale. El mundo es un caos. (Risas) Cambio climático. Tierras cultivables secándose. Agotamiento de recursos hídricos. Enfermedades crónicas y obesidad por todas partes. Injusticia social, violencia, pobreza. Niños con lagunas en educación. Amenazas a la seguridad nacional. Uf. (Risas) Suficiente como para rendirse y perder la esperanza. Pero hay algo que hacen todos los días que puede cambiar todo eso radicalmente. Uds. comen. He estado atando cabos durante mis 30 años como médico, tratando a miles de pacientes. Y he podido usar una herramienta poderosa para prevenir, tratar y revertir la mayoría de las enfermedades crónicas, y no es algo que aprendiera en la escuela de medicina, tampoco podrás encontrarla en la farmacia. [Un fármaco nuevo] La comida. Actualmente, la comida tiene poder para curar o para matar. Y es el nexo donde todo lo que importa confluye. La mayoría de nosotros cree que lo que comemos es solo una decisión personal. Que si estás enfermo y gordo, es por malos hábitos o falta de fuerza voluntad, que estar gordo y enfermo es tu culpa. Es lo que nos dice el gobierno y la industria alimentaria. Se trata solo de moderación, de hacer más ejercicio, de responsabilidad personal. No hay calorías buenas y malas. Pero y si te doy un Big Gulp, que contiene 161 gr de azúcar, o 21 vasos de brócoli, que contienen 35 gramos de fibra, las mismas calorías, ¿les afectarán de la misma manera? No, cambian sus hormonas, la química de su cerebro, su metabolismo. Son muy, muy diferentes, y aún así, el veredicto popular de médicos, científicos, nutricionistas, el gobierno, la industria alimentaria es que son exactamente iguales; no hay diferencia. Come menos, entrena más. ¿Cómo les va a Uds. con eso? ¿Cierto? No muy bien. Y así, en un mundo de desinformación, en un mundo de comercialización, todo el concepto de decisión personal es un poco más complicado, y empecé a comprender realmente esto cuando conocí a este joven, Brady, que participaba en la película "Fed Up", sobre el rol de la industria alimentaria en la epidemia de la obesidad. Fui a Easley, en Carolina del Sur, una pequeña ciudad. Uno de los peores desiertos alimenticios en EE. UU. Visité a su familia de cinco, que vivían en una caravana a base de vales de comida y discapacidad. Todos enfermos, obesos mórbidos. El padre tenía diabetes tipo 2, en diálisis a los 42, no podía obtener un nuevo riñón porque no podía perder peso. Estaban desesperados por perder peso, creyendo que lo hacían todo bien comer dietas bajas en grasa, bajo en grasa esto, bajo en grasa aquello. Así que fui a su caravana, y saqué toda la comida de los armarios. Miramos los paquetes. Cubrí la parte delantera de la caja. Y dije: ¿pueden decirme qué es esto? Y no podían decirme si era un Pop-Tart o un perrito de maíz. ¿Saben qué es? ¿Alguien? Es un Twinkie. (Risas) No es comida. Es una sustancia que parece comida. (Risas) Pero esto sí que sabemos lo que es. Es solo comida. No tiene ninguna etiqueta, lista de ingredientes o información nutricional en él, ¿verdad? Así que simplemente cociné un plato con ellos, comida de verdad, y les encantó, sorprendentemente. Dije: pueden hacerlo solos. Les di una guía de cómo comer bien por menos, un libro de recetas. Perdieron 91 kg en el primer año juntos, El padre obtuvo un nuevo riñón. Brady perdió 23 kg , y se fue a trabajar a Bojangles' porque es el único sitio para trabajar por allí. Y dijo: es como mandar a un alcohólico a trabajar a un bar. (Risas) Y recuperó su peso. Y un poco más. Y finalmente, espabiló y perdió 63,5 kg. Y la semana pasada recibí un correo suyo diciendo: (Aplausos) Recibí un correo suyo diciendo: "Oye, ¿puedes escribirme una carta de recomendación para la escuela de medicina?" Así que, lo que aprendí de Brady, lo que aprendí de Brady fue que en un mundo donde los supermercados son festivales de comida llenos de comidas biológicamente adictivas, no se trata de decisión personal. Se trata de arreglar el entorno alimenticio. Así que comencé a preguntarme cuál es el impacto de nuestra comida en nuestro mundo, ¿cierto? Empecé a pensar en ello y me pregunté: "¿qué está pasando?" Así que déjenme llevarles de viaje desde el campo al tenedor, al hospital, al Congreso y más allá Sabemos que las enfermedades crónicas son epidémicas. Uno de cada dos tenemos una enfermedad crónica. Uno de cada dos estadounidenses tiene prediabetes o diabetes de tipo 2. El 70 % de nosotros tiene sobrepeso. Y está paralizando nuestra economía. Medicare y Medicaid se hunden bajo el peso de las enfermedades crónicas. En 20 años, se estima que constituirá todo nuestro presupuesto federal. Y su global: USD 47 billones se invertirán globalmente, a nivel mundial, contra enfermedades crónicas, la mayoría impulsadas por dietas. Y hemos perdido una gran productividad: USD 2 billones al año de lo que llamo "el síndrome SCUM" ¿Saben qué es eso? Es cuando uno se sientes como una mierda. (Risas) Y tenemos lagunas en el rendimiento infantil, que van al colegio con Doritos y Cheetos picantes y refrescos. Claro que no se concentran, ni aprenden, ni triunfan, ni van a la universidad. Hay evidencia de que la comida tiene un impacto enorme en el cerebro y en el humor y en el comportamiento. Y estudios en prisiones, los delitos de violencia en prisión y entre prisioneros decaen un 56 % si tienen una alimentación sana. y un 80 % si les das multivitamínicos. ¿Qué implica eso? Y hemos usurpado los sistemas alimenticios de muchas pobres comunidades, los americanos nativos, especialmente. Les quitamos su sistema alimenticio, les dimos productos básicos: azúcar, harina, manteca. Y hay un nombre para la gente que, en las reservas, come esas "comidas cómodas". Se llaman "common bod". Recuerdo ir a un viaje en balsa el verano pasado con anciano Hopi, un jefe Hopi. Tenía una diabetes terrible, un sobrepeso desmesurado. Estaba muy enfermo. Le dije: puedes solucionarlo. Él dijo: ¿Qué debo hacer? Le dije: tienes que dejar el azúcar, la harina y el almidón. Dice: Bueno, ¿qué vamos a hacer con nuestra tradicional comida ceremonial Hopi? Y yo como: ¿qué comidas? Él dice: galletas, tartas y pasteles. (Risas) Y pensé: esas no es su tradicional comida ceremonial. (Risas) Y, no solo esos son reales problemas, sino que ahora tenemos pruebas de que nuestro sistema alimenticio en su conjunto, todos sus aspectos, colectivamente son los principales impulsores del cambio climático, más que el sector energético, y la forma en la que cultivamos agota nuestros suelos. Minamos los suelos; agotamos nuestros acuíferos y recursos hídricos. Se estima que en aproximadamente 50 años no tendremos ni agua, ni suelos para alimentarnos. Así empecé a preguntarme: ¿qué está pasando aquí? Si este es el sistema alimenticio, que crea la comida que tenemos, ¿cómo llegamos hasta aquí? El meollo del asunto es este: nuestro sistema alimenticio no está diseñado para crear gente sana o un mundo sano. Está diseñado para maximizar los ingresos. ¿Cuáles son las políticas que impulsan nuestro sistema alimenticio? ¿Cómo nos replanteamos lo que estamos haciendo? Nuestros subsidios, por ejemplo, son para productos básicos como trigo, maíz y soja que se convierte en comida procesada. Es el 60 % de nuestras calorías en EE. UU. y los que más consumen estas calorías son los más enfermos y los más gordos. Y esas comidas después se convierten en comida procesada, por la que pagamos con nuestro Programa de Cupones para Alimentos USD 85 mil millones anuales, y la mayor parte es para comida basura, 7 mil millones son solo para refrescos. Eso son 20 mil millones de porciones al año que le damos a los pobres como cupones para alimentos. Las etiquetas de los alimentos son tan confusas que necesitas un doctorado en nutrición para descifrarlas, e incluso así, ¡suerte! Hay comercialización infantil de alimentos, donde ven 6000 anuncios de comida basura al año en la tele, sin restricción y probablemente mucha más en redes sociales. Sabemos que un niño de dos años medio puede ir a un supermercado y nombrar marcas de productos incluso antes de ser capaces de andar o hablar. Y tenemos pautas dietéticas demasiado confusas a causa de la corrupción de la influencia de la industria alimenticia y de ignorar grandes cantidades de ciencia relevante. Y esto viene de un informe de la Academia Nacional de Ciencias. Así que claramente, estas políticas no están para servirnos, ¿cierto? La razón es dinero, dinero en política. Tenemos 600 chanchulleros invirtiendo USD 500 mil millones en la Ley Agraria, que es esencialmente nuestra factura alimenticia. La ciencia nutricional está siendo corrompida por la industria alimenticia, que financia mucha de nuestra ciencia nutricional. Si un estudio de ciencia nutricional es financiada por una compañía alimentaria, es de 8 a 50 veces más probable que muestre los beneficios de ese alimento. Por ejemplo, si una compañía de alimentos estudia los edulcorantes artificiales, el 99 % de las veces, está bien. Si lo estudian científicos independientes, el 99 % de las veces, no está bien. Y también, nuestras organizaciones de salud pública, la Asociación Estadounidense del Corazón, la de Diabetes, la de Cáncer, incluso la Academia de Dietética Nutricional reciben el 40 % de sus ingresos de la industria alimentaria. ¿Cómo podemos fiarnos de lo que nos dicen? Desde luego, hay un esfuerzo maravilloso de responsabilidad social corporativa, donde Coca Cola financia la ANPPC, por supuesto, y la Federación Hispánica. Pues claro que se opondrán al impuesto de los refrescos. Tienen a grupos líderes, como el Centro para la Libertad de Consumo, diciendo que la obesidad es un bulo. Bueno, vayan a WalMart o a Costco, miren a su alrededor. Increíble. Y el Consejo Estadounidense de Ciencia y Salud, (Risas) que básicamente nos dice que los pesticidas y fumar está bien. Fui a proyectar la película "Fed Up" en el King Center, estaba todo preparado, Bernice King emocionada. Recibí una llamada el día previo: "No podemos poner la película". Y yo: "¿Por qué no?" "Coca Cola financia el King Center". Martin Luther King dijo: "Nuestras vidas empiezan a terminarse el día que dejamos de quejarnos de las cosas que importan". Y claro, como sus productos se hacen menos famosos aquí, dan la vuelta al mundo, y ahora China y la India son los primeros en diabetes con el 80 % de los diabéticos mundiales en países desarrollados. Por tanto, si las empresas solo están en deuda con sus accionistas, no priorizan el sufrimiento de millones de personas. Les dejamos privatizar las ganancias y socializar los costes y poner las ganancias por delante del bienestar y la salud pública. ¿Y si todos los factores de nuestro sistema alimenticio fueran incluidos en el precio de la comida? ¿Cuánto podría costar una lata de refresco? ¿USD 100? ¿Y si el impacto en la salud, el medio ambiente, la economía estuvieran incluidos? ¿Cuánto costaría 0.5 kg de carne de granja industrial? ¿USD 1000? No podemos seguir ignorando el impacto y las consecuencias de nuestro sistema alimenticio en todo lo que importa. No podemos seguir haciéndolo. Y tenemos que replantearnos esto. Y las buenas noticias son que ya hay iniciativas alrededor del mundo para cambiarlo. Paul Hawken estima que si cambiamos todos los aspectos del sistema alimentario de forma correcta, podríamos reducir el nivel de carbono al de la época preindustrial, como la agricultura regenerativa. Tenemos sistemas sanitarios, como Geisinger, financiando farmacias de alimentos, donando USD 2400 en comida anuales a diabéticos y reduciendo los costes sanitarios en un 80 %. Hay países, como Chile, siendo valientes y enfrentándose a la industria alimentaria con un impuesto del 18 % sobre los refrescos. Han eliminado la comercialización de comida en la televisión, radio, en prensa, en salas de cine. Ponen etiquetas de advertencia, como en los paquetes de tabaco, en las cajas de cereales, y se han deshecho de los personajes infantiles. Han matado al Tigre Tony. (Risas) Hay cosas que no podemos cambiar, pero esto sí podemos. Votamos tres veces al día con nuestros tenedores. Lo que le hacemos a nuestros cuerpos, se lo hacemos al planeta. Lo que le hacemos al planeta, se lo hacemos a nuestros cuerpos. Es hora de dar un paso adelante y hablar, y actuar en cosas que importan, y la comida es muy importante. Gracias. (Aplausos)