A mediados del siglo XVI,
los italianos fueron cautivados por
el canto de un tipo de voz masculina
que desplegaba un increíble
registro de notas,
otrora impensadas en un hombre adulto.
Pero este don tenía un alto costo.
Para preservar el tono de voz,
estos cantantes eran castrados
antes de la pubertad
con el fin de detener el proceso hormonal
que producía el cambio de voz.
Eran los castrati, cuyas voces angelicales
y puras ganaron fama en toda Europa
hasta el siglo XIX, cuando se decidió
abolir esta práctica tan cruel.
Si bien detener el desarrollo vocal
puede dar lugar a una gama
musical extraordinaria,
las voces que se desarrollan
de manera natural
también son capaces
de una increíble variedad tonal.
Con la edad, el organismo
experimenta dos grandes cambios
que recorren esa gama.
¿Cómo funciona el aparato fonador
y cómo se producen estos cambios de voz?
El sonido específico de una voz
es el resultado de numerosas
variables anatómicas,
pero está mayormente determinado
por la edad y la salud
de las cuerdas vocales,
y por el tamaño de la laringe.
La laringe es un complejo sistema
de músculos y cartílagos
que contiene y mueve las cuerdas vocales,
también conocidas por su nombre
más preciso, los "pliegues vocales".
Ubicados entre la tiroides
y los cartílagos aritenoides,
estos dos músculos
forman una cortina elástica
que se abre y se cierra en la tráquea,
el tubo que transporta
el aire por la garganta.
Cuando respiramos,
los pliegues se separan,
pero cuando hablamos, se cierran.
El aire expulsado por los pulmones
choca contra los pliegues cerrados,
los abre y hace vibrar
el tejido para producir sonido.
Cuando ejecutamos un instrumento musical,
debemos centrar nuestra atención,
pero no hacemos ningún esfuerzo
cuando cambiamos de notas al hablar.
Según la velocidad
con que expulsamos el aire,
cambiamos la frecuencia
y la amplitud de estas vibraciones,
las cuales determinan el tono
y el volumen de la voz, respectivamente.
Las vibraciones rápidas y cortas
producen tonos agudos y sostenidos,
en tanto que las vibraciones lentas
y largas producen tonos graves,
con efecto de retumbo.
Por último, si movemos los músculos
laríngeos entre los cartílagos,
podemos estirar y contraer esos pliegues
para tocar de manera intuitiva
nuestros "instrumentos" internos.
Este proceso se repite desde nuestras
primeras palabras hasta las últimas,
pero, a medida que envejecemos,
también lo hace la laringe.
El primer gran cambio
se produce en la pubertad,
cuando la voz se hace más gruesa.
Esto ocurre cuando la laringe
aumenta de tamaño,
las cuerdas vocales se estiran y dan lugar
a mayor espacio para poder vibrar.
Estos pliegues más largos producen
vibraciones más lentas y prolongadas,
y crean tonos más bajos.
Este crecimiento es muy marcado
en la mayoría de los varones,
cuyos altos niveles de testosterona
producen primero quiebres en la voz
y luego la tornan más grave y estridente,
y favorecen el desarrollo
de una protuberancia laríngea
llamada "nuez de Adán".
Otro crecimiento vocal durante la pubertad
ocurre cuando el tejido homogéneo
que cubre los pliegues
se diferencia en tres capas funcionales:
un músculo central,
una capa de colágeno rígido
rodeado de fibras flexibles de elastina,
y una capa exterior de membrana mucosa.
Estas capas dotan a la voz
de matiz y profundidad,
y le confieren un timbre particular,
muy distinto de los tonos
de la preadolescencia.
Luego de la pubertad,
la mayoría de las personas
conservan, en líneas generales,
la misma voz durante unos 50 años,
pero la usan de manera distinta
y, con el tiempo, empiezan a manifestar
los síntomas del deterioro laríngeo,
conocido como "presbifonía".
En primer lugar, el colágeno
de los pliegues se endurece
y las fibras de elastina que los rodean
se atrofian y se desgastan.
Al resentirse esa flexibilidad, el tono
de voz de las personas mayores
se hace más agudo.
Pero las mujeres que padecen
los efectos de la menopausia
contrarrestan ese tono agudo
con el engrosamiento
de las cuerdas vocales.
Cuando los pliegues aumentan su tamaño,
las vibraciones son más lentas
y la voz se torna más grave.
Estos síntomas se complican aún más
cuando las terminaciones nerviosas
de la laringe se van deteriorando,
lo cual afecta el control muscular fino
y produce una voz áspera o entrecortada.
Básicamente, estos cambios anatómicos
son solo algunos de los factores
que pueden afectar la voz.
Pero cuando el aparato fonador
se mantiene en buen estado,
es un instrumento perfectamente afinado
capaz de producir arias de ópera,
monólogos temperamentales
y discursos conmovedores.