Quiero que empecemos con un misterio histórico. En 1957, había dos mujeres, ambas veinteañeras, que vivían en la misma ciudad y pertenecían al mismo partido político. Ese año, ambas decidieron cometer ataques violentos. Una de ellas, se acercó con un arma a un soldado en un puesto de control. La otra fue con una bomba a un café lleno de gente. Sin embargo, solo una de ellas realizó el ataque, mientras que la otra desisitió. ¿Qué marcó la diferencia? Soy historiadora conductual y estudio la agresión, la cognición moral y la toma de decisiones en los movimientos sociales. Todo un trabalenguas. La traducción sería que estudio el momento en que un individuo decide jalar el gatillo, las decisiones diarias que lo llevaron a ese momento y las historias que se cuentan a sí mismos para justificar su comportamiento. Para mí, este tema no es solo académico. En realidad, es bastante personal. Crecí en el condado de Kootenai en Idaho, y esto es muy importante. Esta no es la parte de Idaho donde están las papas. No tenemos papas. Si me preguntan por las papas, iré tras de ustedes. (Risas) Esta parte de Idaho es famosa por sus lagos de montaña, por la equitación y el esquí. Desafortunadamente, a principios de los 80, también se hizo conocida como la sede mundial de la Nación Aria. Cada año, miembros de la base neonazi local marchaban por nuestra ciudad, y los miembros de nuestra comunidad salían a protestar por ello. Me gradué del bachillerato en el 2001, y fui a la universidad en la ciudad de Nueva York. Llegué ahí en agosto del 2001. Como muchos de Uds. saben, tres semanas después, ocurrió el atentado a las Torres Gemelas. Estaba horrorizada. Estaba muy enojada. Quería hacer algo, pero lo único que se me ocurrió en ese momento fue estudiar árabe. Debo admitir que era de esas alumnas que quería saber por qué "ellos" nos odian a "nosotros". Comencé a estudiar árabe por las razones equivocadas. Sin embargo, pasó algo inesperado. Conseguí una beca para estudiar en Israel. Entonces, la chica de Idaho se fue al Medio Oriente. Estando allá, conocí palestinos musulmanes, palestinos cristianos, colonos israelíes y activistas de la paz israelíes. Lo que aprendí fue que cada acto tiene una ecología, tiene un contexto. Desde ese momento, he viajado por todo el mundo, he estudiado movimientos violentos, he trabajado con diferentes ONG y excombatientes en Iraq, Siria, Vietnam, los Balcanes y Cuba. Obtuve mi doctorado en historia, y lo que hago ahora es buscar archivos y escudriñar documentos buscando confesiones de policías, casos judiciales, diarios y manifiestos de individuos involucrados en ataques violentos. ¿Qué nos dicen todos estos documentos? Resulta que nuestro cerebro ama los misterios. Así que cada vez que vemos un ataque en las noticias, solemos preguntarnos una cosa: ¿por qué? ¿Por qué ocurrió esto? Bueno, puedo decirles que he leído miles de manifiestos, y se ha descubierto que son muy imitativos. Imitan el movimiento político en el que están basados. Así que no nos dicen mucho sobre la toma de decisiones, desde ese punto de vista. Entonces, tenemos que aprender a preguntar algo diferente. En vez de "¿por qué?", debería ser "¿cómo". ¿Cómo realizaron los ataques estas personas? ¿Y cómo el entorno en el que tomaron esas decisiones contribuyó a un comportamiento violento? He aprendido algunas cosas al hacerme estas preguntas. Lo más importante es que la violencia política no es culturalmente endémica. Nosotros la creamos. Y aunque no nos demos cuenta, nuestros hábitos diarios contribuyen a la creación de violencia en nuestro entorno. Estos son un par de hábitos que he aprendido que contribuyen a la violencia. Una de las primeras cosas que hacían los agresores cuando se preparaban para el evento violento, era encerrarse en una burbuja de información. Ya hemos escuchado de las noticias falsas. Pues bien, esto me sorprendió: cada grupo que estudié tenía una noticia falsa como eslogan. Los comunistas franceses la llamaban "prensa podrida". Los ultranacionalistas franceses la llamaban "prensa vendida" y "prensa traicionera". Los islamistas en Egipto le decían "noticias depravadas" y los egipcios comunistas las llamaban "noticias falsas". ¿Por qué pasan tanto tiempo en crear estas burbujas de información? La respuesta es bastante simple. Tomamos decisiones basadas en la información en la que confiamos. Entonces, si confiamos en información mala, tomaremos malas decisiones. Otro hábito interesante que tenían estos individuos cuando querían realizar un ataque violento era que no veían a su víctima como un individuo, sino como un miembro del bando contrario. Ahora se pone muy raro. Existe una curiosa explicación cognitiva por la cual esto es efectivo. Digamos que separo al público en dos equipos: equipo azul y rojo. Luego les pido que compitan en un juego uno contra otro. Lo interesante es que, en milisegundos, van a sentir placer. Sí, placer, cuando algo malo le pase a los miembros del otro equipo. Lo interesante es que si le pido a alguien del equipo azul que se pase al equipo rojo, el cerebro se recalibra y, en cuestión de milisegundos, ahora empezarán a sentir placer cuando algo malo le pase a un miembro de su equipo anterior. Este es un buen ejemplo de por qué el pensamiento de "ellos y nosotros" es tan peligroso en nuestro entorno político. Otro hábito que tenían los agresores para prepararse para un ataque era que se centraban en las diferencias. En otras palabras, veían a sus víctimas y pensaban: "No tengo nada en común con esta persona. Son completamente diferentes a mí". Este concepto puede sonar muy simple, pero hay fascinantes estudios científicos que explican por qué esto funciona. Digamos que les muestro videos de manos de diferentes colores que reciben pinchazos con alfileres. Si son blancos, lo más probable es que sientan una mayor activación empática, o más dolor, cuando vean que el alfiler pincha la mano blanca. Si son latinoamericanos, árabes o negros, probablemente sientan una mayor activación empática cuando el alfiler pinche una mano que luzca como la de Uds. La buena noticia es que esto no está determinado biológicamente, sino que es un comportamiento adquirido. Esto significa que mientras más tiempo pasemos con otras comunidades étnicas y mientras más similitudes encontremos con nosotros mismos, las sintamos parte de nuestro equipo, más sentiremos su dolor. El último hábito del que hablaré es que cuando los agresores se preparaban para salir a cometer estos actos, se enfocaban en ciertas señales emocionales. Por ejemplo, pasaban meses enfocándose en la ira. Hablo de esto porque hoy en día es muy popular. Si leen blogs o las noticias, verán dos conceptos de la ciencia de laboratorio: el secuestro de la amígdala y el secuestro emocional. Pero el secuestro de la amígdala es el concepto en el que les muestro una señal, como un arma, y el cerebro reacciona con una respuesta automática a la amenaza de esa señal. El secuestro emocional es un concepto bastante similar. Es la idea de que, por ejemplo, les muestro una señal de enojo y su cerebro reaccionará automáticamente con una respuesta de enojo a esa señal. Creo que a las mujeres les pasa más que a los hombres. (Risas) Esa explicación del secuestro nos llama la atención. Solo la palabra "secuestro" ya nos llama la atención. El punto es que, la mayoría de las veces, las señales no funcionan de esa manera en la vida real. Al estudiar historia, descubrimos que nos bombardean miles de señales, todos los días. Así que aprendemos a filtrarlas. Ignoramos algunas señales y le prestamos atención a otras. En el caso de la violencia política, esto se vuelve muy importante, ya que significa que los agresores no solo vieron una señal de ira y de repente se volvieron locos. En vez de eso, los políticos, los activistas sociales, pasaron semanas, meses, años, inundando el ambiente con señales de ira, por ejemplo. Y los agresores le pusieron atención a esas señales, confiaron en esas señales, se enfocaron en ellas, incluso se las memorizaron. Esto sirve para demostrar cuán importante es estudiar historia. Una cosa es ver cómo operan estas señales en un laboratorio. Y esos experimentos son muy importantes, pues nos dan mucha información nueva sobre cómo funciona nuestro cuerpo. Pero también es muy importante ver cómo funcionan esas señales en la vida real. Entonces, ¿qué nos dice todo esto sobre la violencia política? La violencia política no es culturalmente endémica. No es una respuesta automática ni predeterminada al estímulo externo. Nosotros la producimos. Nuestros hábitos diarios la producen. Volvamos a las dos mujeres que mencioné al comienzo. La primera le había prestado atención a las campañas del odio, así que tomó un arma y se acercó a un soldado en un puesto de control. Pero en ese momento, pasó algo realmente interesante. Miró al soldado, y se dijo a sí misma: "Tiene la misma edad que yo. Se parece a mí". Bajó el arma y se marchó. Solo por esa pequeña similitud. El otro caso tuvo un resultado completamente diferente. Ella también escuchó esas campañas del odio, pero se rodeó de individuos que apoyaban la violencia, pares que apoyaban su violencia. Se encerró en una burbuja de información. Se centró en ciertas señales emocionales por meses. Aprendió a omitir ciertas inhibiciones culturales contra la violencia. Practicó su plan, aprendió nuevos hábitos, y cuando llegó el momento, llevó su bomba al café y concretó su ataque. No fue un impulso. Lo aprendió. La polarización en nuestra sociedad no es un impulso. Es algo aprendido. Todos los días estamos aprendiendo, por las noticias que leemos, las emociones en las que nos enfocamos, los pensamientos que tenemos respecto al equipo rojo y el azul. Todo esto contribuye al aprendizaje, aunque no nos demos cuenta. La buena noticia es que, aunque los individuos que estudio ya tomaron sus decisiones, nosotros todavía podemos cambiar nuestro rumbo. Tal vez nunca tomemos las mismas decisiones que ellos, pero podemos dejar de contribuir a las ecologías violentas. Podemos salirnos de cualquier burbuja de noticias en la que estemos, podemos estar más alertas a las señales emocionales en las que nos enfocamos, los señuelos del odio. Sin embargo, lo más importante es que podemos dejar de ver al otro solo como miembro del equipo rojo o del azul. Porque seamos cristianos, musulmanes, judíos, ateos, demócratas o republicanos, somos humanos. Somos seres humanos. Y usualmente compartimos hábitos muy similares. Tenemos diferencias. Esas diferencias son hermosas. Esas diferencias son muy importantes, pero nuestro futuro depende de la capacidad para ponernos de acuerdo con el otro equipo. Por eso es tan importante que volvamos a entrenar nuestro cerebro y dejemos de contribuir a las ecologías violentas. Gracias. (Aplausos)