La esquizofrenia fue identificada
hace más de un siglo,
pero aún no sabemos sus causas exactas.
Hoy sigue siendo una de las enfermedades
más incomprendidas y estigmatizadas.
Entonces, repasemos lo que sí sabemos
acerca de síntomas, causas y tratamientos.
La esquizofrenia se considera un síndrome,
lo que significa que puede abarcar
varios trastornos relacionados
que tienen síntomas similares,
pero causas diversas.
Cada persona con esquizofrenia
tiene síntomas ligeramente diferentes,
y los primeros indicios
pueden ser difíciles de detectar:
cambios de personalidad sutiles,
irritabilidad
o una intrusión gradual
de pensamientos inusuales.
A los pacientes se les diagnostica esto
después del comienzo de la psicosis,
la cual suele ocurrir
a finales de la adolescencia
o a partir de los 20 años en los hombres,
y alrededor de los 30 años en las mujeres.
El primer episodio psicótico
puede presentar delirios, alucinaciones,
y trastornos del habla
y del comportamiento.
Estos se llaman síntomas positivos,
lo que significa que se dan
en gente con esquizofrenia,
pero no en la población general.
Es un malentendido común pensar
que la gente con esquizofrenia
tiene personalidades múltiples,
pero estos síntomas indican una alteración
de los procesos de pensamiento
más que la manifestación
de otra personalidad.
La esquizofrenia también tiene
síntomas negativos,
cualidades que se ven disminuidas
en gente con esquizofrenia,
como la motivación, la expresión
de emociones o el habla.
También hay síntomas cognitivos,
como dificultad para concentrarse,
recordar información o tomar decisiones.
Entonces, ¿qué ocasiona
el comienzo de la psicosis?
Probablemente no haya una sola causa,
sino que contribuyen
una combinación de factores de riesgo
genéticos y ambientales.
La esquizofrenia es
una de las enfermedades psiquiátricas
con más fuertes vínculos genéticos.
Aunque alrededor del 1 % de la gente
tiene esquizofrenia,
los hijos o hermanos de gente
con esquizofrenia son 10 veces
más propensos a desarrollar la enfermedad,
y un gemelo de alguien con esquizofrenia
tiene 40 % de probabilidades
de verse afectado.
A menudos, los familiares directos
de gente con esquizofrenia
manifiesta formas más leves
de los rasgos asociados con el trastorno,
pero no hasta el punto
de requerir tratamiento.
Es casi seguro que varios genes
juegan un papel,
pero no sabemos cuántos ni cuáles.
Factores ambientales como la exposición
a ciertos virus en la primera infancia
pueden aumentar las probabilidades
de que alguien desarrolle esquizofrenia,
y el uso de algunas drogas,
incluida la marihuana,
puede desencadenar
el comienzo de la psicosis
en individuos con mucha susceptibilidad.
Estos factores no afectan
a todos de la misma manera.
A los que tienen muy poco riesgo genético,
ninguna exposición
a factores ambientales de riesgo
los llevará a desarrollar esquizofrenia;
a los que tienen mucho riesgo,
un riesgo adicional moderado
puede inclinar la balanza.
Las drogas antipsicóticas que se usan
para tratar la esquizofrenia
han ayudado a los investigadores
a empezar a rastrear
los indicios del trastorno en el cerebro.
Los antipsicóticos tradicionales
bloquean los receptores de dopamina.
Pueden resultar muy efectivos
para reducir los síntomas positivos,
los cuales están asociados a un exceso
de dopamina en determinadas vías neurales.
Pero esos mismos medicamentos
pueden empeorar los síntomas negativos,
y se ha descubierto
que los síntomas negativos
de la esquizofrenia
podrían estar vinculados
a insuficiente dopamina
en otras partes del cerebro.
Alguna gente con esquizofrenia
exhibe pérdida del tejido nervioso,
y no está claro si este deterioro
es resultado de la propia enfermedad
o de la supresión de la señalización
inducida por los medicamentos.
Afortunadamente, las nuevas generaciones
de antipsicóticos abordan
estos problemas al apuntar a
varios neurotransmisores,
como la serotonina, además de la dopamina.
Está claro que
ningún sistema de neurotransmisores
es responsable por sí solo
de todos los síntomas,
y como estos medicamentos
afectan la señalización
por todo el cerebro y el cuerpo,
pueden tener otros efectos secundarios,
como aumento de peso.
A pesar de estas complicaciones,
los antipsicóticos
pueden ser muy efectivos,
especialmente cuando se combinan
con otras intervenciones
como la terapia cognitivo-conductual.
La terapia electroconvulsiva,
aunque produce un alivio breve,
también está resurgiendo
como un tratamiento efectivo,
especialmente cuando
otras opciones han fallado.
La intervención temprana
también es extremadamente importante.
Después de meses o años
de psicosis sin tratar,
ciertas psicosis pueden arraigarse
en la personalidad.
Sin embargo, el estigma deshumanizante
vinculado a este diagnóstico
puede impedir que la gente busque ayuda.
Se suele creer que la gente
con esquizofrenia es peligrosa,
pero en realidad son más propensas a ser
víctimas de violencia que perpetradores.
Y el tratamiento adecuado puede ayudar
a reducir las probabilidades de violencia
que se asocian a la esquizofrenia.
Por eso la educación para pacientes,
sus familias y sus comunidades
ayuda a reducir el estigma
y aumenta el acceso al tratamiento.