Había una vez
un poderoso ermitaño
llamado Lok Ta Moni Eysei.
Tenía tres prometedores discípulos:
Moni Mekhala,
la brillante diosa de los mares;
Vorachhun, la representación
principesca de la Tierra;
y Ream Eyso, un demonio de corazón
apasionado y ardiente.
Lok Ta quiso darle un obsequio
al discípulo que más lo merecía.
Les propuso un desafío para decidir
cuál de los tres sería el elegido:
quien primero le llevara
una vasija llena de rocío matinal
se haría dueño
de este misterioso obsequio.
Al anochecer, Vorachhun y Ream Eyso
se adentraron en el bosque.
No dejaron hoja
ni hierba alguna sin sacudir,
deseosos de llenar sus vasijas
con el precioso líquido.
Cuando regresaron
a la morada del ermitaño,
encontraron a Moni Mekhala
tranquilamente sentada
con su vasija llena de rocío matinal.
Había dejado su mantón
al aire libre durante la noche
y ganó el desafío con solo
escurrir la prenda sobre la vasija.
Orgulloso de sus discípulos
y con el mismo amor de un padre,
Lok Ta los sorprendió
obsequiándoles un regalo a cada uno.
Transformó el rocío de Ream Eyso
en un hacha de diamante;
el rocío de Vorachhun, en una daga mágica;
y el rocío de Moni Mekhala, en una esfera
de cristal, inigualable en su tipo.
Presa de la codicia, Ream Eyso pronto
quiso apoderarse del premio de Mekhala.
Junto a Vorachhun, intentaron seducir
a la diosa para obtener la preciosa gema.
Pero Mekhala rechazó
las propuestas y se alejó volando.
Ream Eyso decidió entonces conseguir
la esfera de cristal por la fuerza.
Se lanzó por los aires
en busca de Moni Mekhala,
impulsado por la fuerza
de la furia y de la envidia.
Se encontró en el camino
con Vorachhun y decidió atacarlo,
pues sabía que el justo príncipe
nunca le permitiría robar el cristal.
El demonio logró vencerlo
en el fragor de la batalla,
y arrojó a Vorachhun contra
la ladera de una montaña.
Con la certeza de haber
matado al príncipe,
Ream Eyso continuó con su búsqueda
hasta que finalmente
encontró a Moni Mekhala.
Tanto a ella como a sus amigas,
les ordenó elegir:
o se sometían a sus órdenes,
--el más brillante
de los discípulos de Lok Ta
y legítimo dueño
de la esfera de cristal--
o morirían como Vorachhun.
Desafiante, Mekhala se negó
y desapareció volando hacia las nubes
con el propósito de alejar
al demonio de sus amigas.
Ream Eyso cayó en la trampa
y se lanzó a una frenética
persecución nube tras nube.
Sabiéndolo suficientemente alejado,
Mekhala enfrentó a su seguidor.
Ream Eyso le hizo una última exigencia,
pero la diosa no se inmutó.
Dominado por la ira, comenzó
a blandir su hacha de diamante.
Pero antes de que el arma la alcanzara,
Mekhala arrojó el cristal por los aires.
Mientras ascendía por el cielo,
la esfera comenzó a emitir
poderosos rayos de luz
que cegaron al demonio.
Ream Eyso soltó el hacha,
víctima de la desesperación.
Mientras el hacha volaba por los aires,
atravesó las nubes en su camino,
produciendo una serie
de truenos estridentes.
Y cuando el rayo y el trueno se unieron,
preciosas gotas de agua
cayeron del cielo: la lluvia.
Mekhala se acercó a Ream Eyso,
ciego e impotente sin su hacha.
La diosa no sabía qué destino
darle al asesino.
Recordando la bondad
y el amor de su maestro,
Moni Mekhala se apiadó de él
y se marchó volando.
Poco después, Ream Eyso
recuperó su fuerza,
encontró su hacha y fue tras la diosa.
Los rayos, el trueno y la lluvia siguieron
danzando por toda la Tierra.
Algunas gotas cayeron sobre Vorachhun
y lo volvieron a la vida,
con la piel dorada como un campo
de arroz listo para la cosecha.
Tomando su daga mágica,
voló por los cielos en busca
de Ream Eyso y Moni Mekhala.