Hace más de 3000 años, una flor comenzó a aparecer en remedios en textos médicos del antiguo Egipto. Al otro lado del Mediterráneo, los antiguos minoicos encontraron formas de usar la misma planta para drogarse. Ambas civilizaciones tenían razón, el opio, un extracto de la amapola, puede inducir placer y reducir el dolor. Aunque el opio se ha mantenido en uso desde entonces, no fue hasta el siglo XIX que uno de sus compuestos químicos, la morfina, se identificó y aisló para uso médico. La morfina, la codeína y otras sustancias hechas de la amapola se conocen como opiáceas. En el siglo XX, compañías farmacéuticas crearon montones de sustancias sintéticas similares a estas opiáceas, incluyendo heroína, hidrocodona, oxicodona y fentanilo. Ya sea sintético o derivado del opio, estos compuestos se conocen colectivamente como opioides. Sintéticas o naturales, legales o ilícitas, las drogas opioides son analgésicos muy efectivos, pero también son altamente adictivos. En los años 80 y 90, empresas farmacéuticas comercializaron analgésicos opioides contundentemente, restándole importancia a su potencial adictivo tanto a la comunidad médica como al público. El número de recetas de analgésicos opioides se disparó, como también la adicción a los opioides, comenzando una crisis que continúa hoy. Para comprender el porqué los opioides son tan adictivos, ayudaría el rastrear cómo estas drogas afectan desde la primera dosis, hasta el uso repetido, a lo que sucede cuando se detiene el uso a largo plazo. Cada una de estas drogas tiene una química distinta, pero todos actúan sobre el sistema opioide del cuerpo al unirse a los receptores opioides en el cerebro. Las endorfinas atenúan las señales de dolor al unirse a estos receptores, y las drogas opioides se unen mucho más, por más tiempo. Así, los medicamentos opioides controlan el dolor mejor que las endorfinas. Los receptores de opioides influyen en todo, desde el estado de ánimo hasta las funciones corporales normales. Además, con estas funciones, la fuerza y ​​durabilidad de los opioides conlleva que sus efectos sean más pronunciados y generalizados que las de las moléculas de señalización naturales del cuerpo. Cuando una droga se une a los receptores, desencadena la liberación de dopamina, que está vinculado a sentimientos de placer y puede ser responsable por la sensación de euforia que caracteriza el drogarse con opio. Al mismo tiempo, los opioides suprimen la liberación de noradrenalina, que influye en la vigilia, la respiración, digestión y presión arterial. Una dosis curativa baja la noradrenalina suficiente para causar efectos secundarios como el estreñimiento. A dosis más altas, los opioides disminuyen la frecuencia cardíaca y respiratoria causando pérdida de conciencia e incluso la muerte. Con el tiempo, el cuerpo comienza a desarrollar tolerancia a los opioides. Puede disminuir su número de receptores opioides, o los receptores pueden volverse menos sensibles. Para experimentar la misma liberación de dopamina y los efectos anímicos resultantes de antes, las personas deben tomar dosis cada vez más altas, un ciclo que conduce a la dependencia física y adicción. A medida que las personas toman más opioides para compensar la tolerancia, los niveles de noradrenalina se vuelven más y más bajos, hasta un punto en que podría afectar las funciones corporales básicas. El cuerpo lo compensa aumentando su número de receptores de noradrenalina para que pueda detectar cantidades mucho más pequeñas de esta misma. Esta mayor sensibilidad a la noradrenalina permite que el cuerpo continúe funcionando normalmente, de hecho, se vuelve dependiente de los opioides para mantener el nuevo equilibrio. Cuando alguien que es físicamente dependiente a los opioides deja de tomarlos abruptamente, ese equilibrio se ve interrumpido. Los niveles de noradrenalina aumentan al día de suspender el uso de opioides. Pero el cuerpo tarda mucho más en deshacerse de los receptores extra de noradrenalina que hizo. Eso significa que hay un período de tiempo en que el cuerpo es demasiado sensible a la noradrenalina. Esta hipersensibilidad provoca síntomas de abstinencia, incluidos dolores musculares, dolores de estómago, fiebre y vómitos. Aunque temporal, la abstinencia de opioides puede ser muy debilitante. En casos graves, alguien que se abstiene puede enfermarse de manera violenta durante días e incluso semanas. Las personas adictas a los opioides no necesariamente usan drogas para drogarse, sino para evitar estar enfermos. Muchos corren el riesgo de perder sueldos o empleos mientras están en abstinencia, o puede que no tengan a nadie que los cuide durante este periodo. Si alguien vuelve a tomar opioides otra vez, están en alto riesgo de sufrir una sobredosis, porque lo que era una dosis estándar mientras su tolerancia era alta, ahora podría ser letal. Desde 1980, las muertes accidentales por sobredosis de opioides han crecido exponencialmente en EE. UU. y las adicciones a los opioides también se han disparado en todo el mundo. Si bien las recetas de calmantes opioides están cada vez más reguladas, los casos de sobredosis y adicción siguen aumentando, especialmente entre personas más jóvenes. Muchos de los primeros casos de adicción fueron personas de mediana edad que se volvieron adictos a los analgésicos que les recetaron, o que recibieron de amigos y familiares con recetas. Hoy, a los jóvenes les inician a fármacos opioides recetados de esa manera y luego se pasan a heroína o a opioides sintéticos ilícitos que son más baratos y más fáciles de encontrar. Más allá de una regulación más estricta de los analgésicos opioides, ¿qué podemos hacer para revertir las altas tasas de adicción y sobredosis? Hoy, un medicamento llamado naloxona es la mejor defensa contra la sobredosis. La naloxona se une a los receptores de opioides pero no los activa. Bloquea la unión de otros opioides a los receptores, e incluso los elimina de los receptores para revertir una sobredosis. La adicción a los opioides rara vez es una enfermedad independiente; a menudo, las personas con dependencia a opioides luchan con alguna condición de salud mental. Hay planes para pacientes hospitalizados y ambulatorios que combinan medicamentos, servicios de salud y psicoterapia. Pero muchos de estos programas son caros, y las opciones más accesibles pueden tener largas listas de espera. Además, se requiere de una desintoxicación completa de opioides antes de comenzar el tratamiento. El periodo de abstinencia como la estadía común de meses en una clínica es inviable para quienes corren el riesgo de perder empleos y viviendas. Los programas de mantenimiento de opioides abordan algunos de estos obstáculos y eliminan el abuso de opioides. usando una combinación de medicamentos y terapia conductual. Estos programas evitan los síntomas de abstinencia con medicamentos que se unen a los receptores de opioides, pero no tienen los efectos psicoactivos de los analgésicos, la heroína y otros opioides de uso común. La metadona y buprenorfina son los medicamentos de cuidado básicos de opioides disponibles en la actualidad, pero los médicos necesitan una exención especial prescribirlos, a pesar de que no hay capacitación o certificación específica para recetar analgésicos opioides. La buprenorfina puede ser tan escasa que incluso existe un mercado negro en crecimiento para ello. Aún queda un largo camino por recorrer para combatir la adicción a los opiáceos, pero hay vastos recursos para dar sentido a las opciones de tratamiento. Si tú o alguien que conoces está luchando contra los opioides en EE. UU. el Departamento de Salud y Servicios Humanos opera una línea de ayuda: 800-662-4357 y una base de datos de más de 14 000 centros de abuso de sustancias en EE. UU.: www.hhs.gov/opioids