El huérfano hambriento que suplica
una segunda ración de comida.
La solterona que se va consumiendo
en su raído vestido de novia.
El avaro e insensible, atormentado
por el fantasma de navidades pasadas.
Más de un siglo después
de la muerte de Charles Dickens,
estos personajes siguen siendo
conocidas figuras de su obra.
Tan destacada fue su producción literaria
que dio lugar a su propio adjetivo.
Pero ¿cuáles son las características
que hacen sus novelas tan especiales?
La ficción de Dickens
rebosa de expectativa
a través de entornos sombríos,
giros argumentales y misterios.
Estos rasgos dejaban
a los lectores con ansias de más.
Al principio, las historias de Dickens
se publicaron de manera seriada,
es decir en tiradas
de a varios capítulos por vez
en fascículos literarios
de precio asequible,
y recién al cabo de un tiempo fueron
reimpresos en forma de libro.
Esta modalidad despertó
una fiebre especulativa
en torno a los momentos de máximo suspenso
y la manera en que los revelaba.
La publicación en fascículos
no solo permitió
a un público más numeroso
el acceso a la ficción,
atrapándolos en la lectura,
sino que alimentó la fama
del mismo Dickens.
Se hizo particularmente célebre
por su agudo ingenio,
que supo volcar en sus extravagantes
personajes y satíricos escenarios.
Los personajes de Dickens exhiben
el costado absurdo de la conducta humana,
y, a menudo, sus nombres personifican
rasgos o posiciones sociales,
como el caso del oprimido Bob Cratchit,
el sumiso Uriah Heep,
y el risueño Septimus Crisparkle.
Dickens colocó a estos pintorescos
personajes en un intrincado entorno social
que refleja la sociedad en la que vivió.
Por ejemplo, solía hacer referencia
a los cambios producidos por
la Revolución Industrial.
En esa época,
las clases bajas vivían y trabajaban
en condiciones miserables.
El propio Dickens padeció de niño
estas condiciones extremas
cuando fue obligado a trabajar
en una fábrica de betún para calzado
luego de que su padre fuera enviado
a la cárcel de deudores.
Este hecho lo inspiró para describir
la cárcel de Marshalsea
en "La pequeña Dorrit",
donde el personaje que da nombre
a la novela cuida de su padre en prisión.
Cárceles, orfanatos o suburbios
pueden parecer lúgubres escenarios
para una historia,
pero fue a través de ellos
que Dickens logró ilustrar
el modo de vida de la gente
ignorada en esa sociedad.
En la novela "Nicholas Nickleby",
Nicholas consigue empleo
bajo la dirección de Wackford Squeers.
Pronto descubre que Squeers
está involucrado en un turbio asunto
en el que recibe niños no deseados
por sus padres a cambio de una paga
y los somete a situaciones
de violencia y sufrimiento.
Oliver Twist también relata las penurias
de los niños bajo la tutela del Estado,
revelando las condiciones atroces
del asilo para indigentes
donde Oliver suplica al Sr. Bumble
que le sirva más comida.
Cuando el niño huye a Londres, queda
atrapado en el submundo del delito.
Estas historias suelen
retratar la vida victoriana
desde su costado sucio, corrupto y cruel.
Pero Dickens también interpretó
su época como un período
en que las antiguas tradiciones
estaban desapareciendo.
Londres estaba gestando el mundo
moderno a través de nuevos patrones
en la industria, el comercio
y la movilidad social.
La Londres de Dickens es,
por tanto, un espacio dual:
un mundo cruel, a la vez cargado
de maravillas y posibilidades.
Por ejemplo, el enigma
de "Grandes esperanzas"
gira en torno al potencial de Pip,
un huérfano rescatado del anonimato
por un benefactor desconocido
y catapultado a la alta sociedad.
En busca de sus objetivos,
Pip cae víctima de las ambiciones
que otras personas reservan para él
y debe negociar con una serie
de sombríos personajes.
Como muchos
de los protagonistas de Dickens,
la posición del pobre de Pip
está constantemente sometida
a una situación inestable,
siendo este uno de los motivos
por los que Dickens
asegura al lector el mejor
de los momentos
y reserva a sus personajes
el peor de los momentos.
Era costumbre de Dickens ofrecer
un desenlace claro en sus novelas,
con excepción de
"El misterio de Edwin Drood".
La novela relata la desaparición del
huérfano Edwin en circunstancias extrañas.
Pero Dickens falleció
antes de terminar la historia
y no dejó ningún escrito
que resolviera el misterio.
Sus lectores siguen debatiendo
acaloradamente
quién habría sido el asesino
desde la perspectiva de Dickens,
y si Edwin Drood fue incluso
asesinado en primer lugar.
A través de numerosas adaptaciones,
homenajes literarios,
y las páginas de sus novelas,
la brillante pluma de Dickens
y su visión panorámica del mundo
siguen resonando.
Hoy en día, el adjetivo "dickensiano"
suele usarse para describir condiciones
sórdidas de vida y de trabajo.
Pero calificar a una novela como
"dickensiana" suele ser un gran elogio,
pues se refiere a una historia en la que
la verdadera aventura y el descubrimiento
ocurren en los lugares más inesperados.
A pesar de que incursionó
a menudo en lúgubres tramas,
el punzante ingenio de Dickens
nunca dejó de ver la luz
en los rincones más oscuros.