Durante miles de años,
los habitantes de Gran Bretaña usaron
el bronce para hacer joyas y herramientas,
y también como moneda de cambio.
Pero alrededor del año 800 a. C.,
la situación empezó a cambiar:
el valor del bronce se desplomó
y desató revueltas sociales
y una crisis económica,
es decir, lo que hoy
llamaríamos una recesión.
¿Cuáles son las causas de una recesión?
Durante largo tiempo,
esta pregunta ha sido objeto
de encendidos debates entre economistas,
y con justa razón.
Una recesión puede ser un leve descenso
de la actividad económica
en un país determinado, y durar meses,
o un derrumbe de efecto prolongado
con repercusiones internacionales,
y durar años,
o bien una situación intermedia.
El panorama se complica más aún
por la existencia de numerosas variables
que afectan el buen funcionamiento
de una economía,
las cuales impiden identificar
fácilmente sus causas específicas.
Un buen recurso es empezar
por el concepto general:
las recesiones ocurren
cuando se produce un desequilibrio
entre la oferta y la demanda.
Hay una disparidad
entre la cantidad de productos
que el consumidor quiere comprar,
la cantidad de bienes y servicios
que el productor puede ofrecer,
y el precio de venta
de esos bienes y servicios,
todo lo cual acelera una caída económica.
La relación entre la oferta y la demanda
en el ámbito de la economía
se refleja en las tasas de inflación
y en las tasas de interés.
La inflación obedece al aumento
en el precio de bienes y servicios.
Dicho de otro modo, la moneda se devalúa.
Sin embargo, la inflación no siempre
es un síntoma negativo.
Por cierto, una baja tasa inflacionaria
puede estimular la actividad económica.
Pero una inflación elevada
sin una demanda también elevada
puede perjudicar la economía
y, a la larga, desembocar en recesión.
Por su parte, las tasas de interés
reflejan el costo de tomar deuda
por parte de individuos o empresas.
Dichas tasas representan
el porcentaje anual del préstamo
que el deudor debe pagar al acreedor
hasta saldar la deuda contraída.
Cuando las tasas de interés son bajas,
las empresas pueden tomar más crédito
e invertir ese dinero en más proyectos.
Por otro lado, las tasas altas de interés
disparan los costos que productores
y consumidores deben afrontar,
y la actividad económica se ralentiza.
Las fluctuaciones en las tasas
de inflación y de interés
son indicadores que permiten evaluar
el funcionamiento de la economía.
Ahora bien, ¿por qué se producen
estas fluctuaciones?
Las causas más comunes
son situaciones extremas,
como los desastres naturales,
las guerras y los factores geopolíticos.
Un terremoto, por ejemplo,
puede destruir
la infraestructura necesaria
para producir materias primas
esenciales, como el petróleo.
Como resultado, aumenta el precio
de los productos derivados del petróleo,
lo cual resiente la demanda
y puede producir una recesión.
Pero algunas recesiones ocurren
cuando hay prosperidad económica,
e incluso es posible que la prosperidad
económica sea su causa misma.
Para algunos economistas,
la actividad comercial derivada
de la expansión del mercado
podría llegar a niveles insostenibles.
Por ejemplo, las empresas
y los consumidores pueden pedir préstamos
con la expectativa de que el crecimiento
económico los ayude a manejar la deuda.
Pero si la economía no crece
al ritmo esperado,
pueden terminar con una deuda
que supera su capacidad de pago.
Para poder cancelarla, deberán
tomar fondos de otras actividades
y la actividad comercial se verá afectada.
La psicología también
puede contribuir a una recesión.
El temor a una recesión puede
transformarse en una profecía autocumplida
si eso obliga a los ciudadanos
a retacear sus inversiones y gastos.
Como respuesta, los productores
podrían recortar los costos operativos
para poder contrarrestar
la previsible baja en la demanda.
Se generaría así un círculo vicioso,
pues el recorte en los costos
deriva en reducciones salariales,
que a su vez resienten más la demanda.
Aun las políticas diseñadas para prevenir
una recesión también pueden contribuir.
En épocas de crisis,
los gobiernos y los bancos centrales
pueden imprimir billetes,
incentivar el consumo y bajar
las tasas de interés del banco central.
A su vez, los pequeños prestamistas
pueden bajar sus propias tasas de interés
y hacer que el crédito sea más "blando"
para fomentar el consumo.
Pero estas medidas no son sostenibles,
y tarde o temprano deben revertirse
para evitar una inflación descontrolada.
Podría derivar en recesión si la gente
se acostumbra a tomar créditos blandos
y a recibir estímulos del gobierno.
La recesión del bronce en Gran Bretaña
finalizó cuando la adopción del hierro
revolucionó la agricultura
y la producción alimentaria.
Los mercados modernos son más complejos,
por eso hoy es más difícil
transitar una recesión.
Pero cada recesión brinda nuevos datos
que ayudan a prever futuras recesiones
y a enfrentarlas de manera más eficiente.