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[zumbido eléctrico]
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Por mucho, tiempo los científicos creían
imposible alterar nuestro código genético.
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Al fin y al cabo, los genes que
componen nuestro ADN
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contienen toda la información
sobre quienes somos.
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Les dan instrucciones a las células
y determinan todo,
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desde el color de nuestros ojos, hasta el
funcionamiento de nuestros pulmones
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y nuestra predisposición a enfermedades
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como cáncer o diabetes.
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♪ [música intrigante] ♪
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Pero el estilo de vida que llevamos,
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junto a otros factores,
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hace que se vuelva más complejo.
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Imagina a dos gemelos idénticos.
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Tienen el mismo ADN,
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pero viven de maneras muy diferentes.
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Uno lleva una vida tranquila,
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y el otro tiene un trabajo estresante.
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Uno se ejercita más,
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pero el otro se alimenta mejor.
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Los gemelos comienzan
a adquirir características distintas,
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o quizás desarrollan
enfermedades diferentes.
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¿Cómo es posible, si tienen
el mismo genoma?
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La razón es que el cuerpo humano tiene
una capacidad natural para activar
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o desactivar ciertos genes
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en respuesta al entorno
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y al estilo de vida que llevemos,
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sin modificar el ADN.
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Eso es la epigenética.
[¿Podemos controlar nuestros genes?]
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Y la serie de químicos que marca el genoma
y les dice a las células qué hacer
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es el epigenoma.
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El ADN es como un manual instructivo que
indica cómo debe funcionar la célula.
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Cada célula de tu cuerpo cuerpo
tiene uno de estos manuales.
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El epigenoma es como tomar un
kit de rotuladores de colores
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para enfatizar o tachar
las diferentes partes del manual.
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Esta parte de aquí es
más importante, resáltala.
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Esta no la uses.
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Y, ¿cómo lo hace?
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Cada célula de tu cuerpo
contiene casi dos metros de ADN.
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Para caber dentro de una célula,
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el material genético está envuelto
en proteínas llamadas histonas
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para formar una estructura compacta.
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Pero esto significa que la célula no
siempre tiene fácil acceso a los genes.
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Aquí es donde entra la epigenética.
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Las marcas epigenéticas son marcadores
químicos que actúan sobre esta estructura
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para darle instrucciones de
comprimir o descomprimir el ADN.
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Si lo comprimen la célula no puede acceder
a la información y el gen se desactiva.
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Las marcas epigenéticas que
descomprimen el ADN
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permiten que la célula
lea el gen y lo active.
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Este proceso inicia en cuanto las
primeras células del embrión humano
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comienzan a dividirse.
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Por esto, es muy importante para
el bebé lo que la madre come,
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su estado emocional y físico,
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y las medicinas y vitaminas que toma.
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Toda esa información se transmite al bebé
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como señales químicas
a través de la sangre.
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Si la dieta de la madre durante
el embarazo es inadecuada,
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el bebé podría ser más
propenso a la obesidad,
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ya que su epigenoma lo ha programado para
almacenar más calorías cada vez que come.
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Este fenómeno se ha estudiado
en varias investigaciones
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con mujeres que pasaron por períodos
prolongados de hambruna
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durante guerras, por ejemplo.
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Pero el rol del padre
también es importante,
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ya que él puede transmitir algunas
marcas epigenéticas a sus hijos.
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Por ejemplo, si el padre ha fumado
considerablemente desde la adolescencia
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puede provocar una menor
esperanza de vida para sus hijos,
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e incluso para sus nietos.
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El epigenoma actúa sobre nuestro
cuerpo a lo largo de nuestra vida,
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no solo en la fase embrionaria.
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Como en el caso de los gemelos,
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nuestros hábitos, nuestra dieta,
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nuestras experiencias y el
entorno en el que vivimos
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puede activar o desactivar nuestros genes.
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Pero esto va más allá:
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la epigenética muestra que
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la naturaleza puede haber
encontrado una manera
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de transmitir traumas a las
generaciones posteriores.
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En un experimento los científicos causaron
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que los ratones macho asociaran
el olor de la flor de cerezo
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con el dolor de una descarga eléctrica.
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Estos ratones procrearon
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y sus descendientes también se
ponían nerviosos con ese olor,
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a pesar de no haber tenido
contacto con sus padres
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durante su crianza.
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La tercera generación de ratones,
los nietos de los primeros,
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también mostraron mayor sensibilidad a
ese olor, más que cualquiera de los otros.
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En su ADN, los científicos encontraron
marcas epigenéticas en un gen
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encargado de la codificación de una
proteína receptora de olores.
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También tenían más neuronas en el cerebro
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encargadas de detectar el
olor de la flor de cerezo.
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Pero esto no significa
que estamos predestinados
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a revivir las emociones de
nuestros padres y abuelos.
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Los científicos siguen estudiando
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cómo este tipo de transmisión epigenética
de traumas puede ocurrir en humanos.
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Aún así, ya pueden predecir la posibilidad
de reprogramar el mismo mecanismo para
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mejorar nuestra salud, ya que los
cambios epigenéticos son reversibles.
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Esto abre un universo enorme de
posibilidades en el mundo científico.
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Por ejemplo, existen investigaciones para
la creación de medicamentos que puedan
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revertir los marcadores epigenéticos que
favorecen la aparición de ciertos tumores.
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La epigenética también podría revolucionar
el tratamiento de diferentes enfermedades
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como diabetes, lupus, Alzheimer
o incluso algunas adicciones.
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El gran desafío ahora es cómo desarrollar
medicamentos que solo afecten
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los marcadores negativos, sin impactar
los marcadores positivos.
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La epigenética prueba que no todo
está escrito en nuestros genes
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y que podemos influenciar nuestro
genoma de manera positiva.
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Algo que puede beneficiarnos no
solo a nosotros en el presente,
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sino también a nuestras
futuras generaciones.
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♪ [música se atenúa] ♪