La lengua: Constructora de puentes | Brenda Milner | TEDxMcGill

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED.

La Dra. Brenda Milner, profesora e investigadora de neurología y neurocirugía en McGill, es pionera en el campo de la neurociencia. Dirige investigación sobre neurociencia cognitiva de la memoria en las que se emplean herramientas sofisticadas tales como la imagen por resonancia magnética (MRI) o la tomografía por emisión de positrones (PET) con el fin de evaluar las regiones del cerebro responsables por las lenguas. También estudia el papel de la región del hipocampo derecho en la memoria de la ubicación espacial de objetos. Su experiencia y su trabajo le han ganado varios prestigiosos premios, subvenciones significativas y el reconocimiento de más de 20 universidades, con títulos honorarios.

Bueno,

hoy les quiero comunicar

mi entusiasmo por la lengua;

la lengua como un puente
hacia otra gente;

la lengua como un deleite en sí misma.

Crecí en Inglaterra, hace muchos años,

y tuve la suerte de aprender

primero un poco de alemán

cuando era muy pequeña,

y después francés,
de forma muy constante,

desde los 7 años en adelante,

muy bien educada en francés,

pero sin viajar a Francia,

nunca tuve dinero para viajar a Francia,

y no usé mucho el francés.

Un francés muy de libro,
pero era buena en ello.

Pero me negué,
desafié a mi escuela,

que quería que
continuara con los idiomas

e ir a Oxford.

Yo quería ir a Cambridge,

y quería hacer matemáticas.

Los desafié, lo conseguí,

y entré en Cambridge,

me hice matemática,
después científica.

No una matemática muy buena,

mejor científica.

Durante ese periodo,

me hice una promesa

que solo continuaría
leyendo en francés

por placer, no otras lenguas.

Y eso significaba que mientras
estaba estudiando psicología,

durante 3 años, estaba leyendo

a los novelistas románticos obvios,

Stendhal, Flaubert,

y leyendo también a poetas.

Este tipo de cosa no era ciencia.

Tenía un francés académico,

un francés literario e inservible

porque no lo estaba hablando.

Llegó la guerra

y luego, por varios motivos,

tuvimos la oportunidad,

me casé con Peter Milner, físico,

y nos avisaron que nos íbamos

con un grupo de físicos a Canadá.

No sabíamos dónde...

empezar a estudiar investigación sobre

energía atómica.

Peter y yo nos casamos,

cruzamos el Atlántico,

sin saber dónde terminaríamos.

Tomamos el tren de Boston al norte,

y, para sorpresa de todos,
estábamos en Montreal.

Nunca había salido de Inglaterra

y había anhelado el entorno francés,

la oportunidad de hablarlo

y aquí estaba, aquí mismo,

en una ciudad francófona.

Pero no fue todo

porque el primer trabajo
que me ofrecieron

fue en la Université de Montréal

donde apenas iniciaban
la nueva facultad

de psicología,

y me pidieron que enseñara

psicología experimental,
que dirigiera el laboratorio,

y enseñara la psicología de la memoria

en francés.

Fue un reto triple.

Primero, nunca había enseñado.

Segundo, jamás había realmente

usado el francés además de, ya saben,

una que otra cortesía.

Y tercero: mi francés era literario.

No tenía el vocabulario

para enseñar ciencia en francés.

Me llevaba horas preparar las lecciones.

Pero nunca dudé en aceptar

el desafío sino con los brazos abiertos.

Estaba tan emocionada

y enseñaría allí.

Y los estudiantes me recibieron

porque no tenían
psicología experimental,

la UdeM era muy clínica
en aquellos días.

Entonces,

les enseñaba lo que querían

y ellos me enseñaban a mí.

Solían decirme:

"Madame Milner, ¿quiere
aprender una nueva palabra?

Y yo decía, "¡Sí, por favor!"

(Risas)

Tantas palabras como sean posibles".

Y así me tocó ser parte de esto.

Los franceses se hicieron
parte de mi vida,

como la viví yo.

Fue enriquecedor y tengo hasta hoy

amigos de aquellos días

y paso cada víspera de Año Nuevo

con amistades que hice

durante esos primeros años

porque mis estudiantes

eran solo 2 años menores que yo.

Fue un comienzo maravilloso.

Y se lo debía, por supuesto,
al haber tenido

buenos cimientos desde el principio

en el francés,

y me hizo sentir intensamente

lo útil que era.

Pero, claro,

aún no había viajado a ningún lugar.

Bueno, había cruzado el Atlántico,

una gran distancia,

pero aún no había entrado a Europa.

Pasaron algunos años,

gané un poco de dinero.
Todo era más fácil.

Y hasta fui invitada a Francia,

por mi trabajo aquí,

y allí, de repente,
encontré un gran recibimiento.

La gente simplemente saluda

uno se acerca un poco
y la gente saluda.

También descubrí,

viviendo en el entorno francófono,

cómo la personalidad de uno

hasta cambia un poco.

Siento que, cada vez
que hago el cambio,

claro, hago el cambio todo el tiempo,

entre el francés y el inglés.

No les dije que,

como pasatiempo,

a finales de la guerra en Inglaterra,

empecé a aprender italiano.

Mi italiano era menos
perfecto en cierto sentido

pero los italianos fueron
muy acogedores.

Conocí colegas italianos

y, un día, llegué a Italia,

esperando dar una
conferencia en francés

porque decían

que era más fácil que el inglés

y me dijeron:

"¡Brenda! Te tenemos una sorpresa.

"Decidimos que darás

la conferencia en italiano esta noche".

(Risas)

Y, a partir de allí,
lo crean o no, lo hacía.

Y aún lo hago.

Así que verdaderamente
creo en la lengua

como constructora de puentes,

como un gran deleite para uno mismo.

Pero soy neurocientífica,

¿qué nos pueden contar

los neurocientíficos sobre la lengua

y sobre este cambio?

Primero, el cambio que hago a diario,

en el mercado, luego el laboratorio,

y así, de un lado a otro, inglés y francés,

¿Qué dicen sobre ello?

Dicen que es muy
bueno para el cerebro.

Se usan los lóbulos
frontales del cerebro

para realizar este
tipo de cambio.

Es una especie de multitarea.
No tiene que ser un idioma.

En mi caso es el idioma.

Pero es bueno para el cerebro.

Y, ¿qué más sabemos?
Sabemos que

si uno tiene Alzheimer,

el bilingüismo no lo protegerá

del Alzheimer, desafortunadamente.

Pero, si padece esa enfermedad devastadora,

puede afectar su evolución,

si uno tiene un cerebro
bilingüe o plurilingüe,

el inevitable descenso

con el Alzheimer puede retrasarse.

Entonces el mensaje
de la neurociencia

es que esto es algo bueno.

Pero ahora regreso
a la realidad de hoy

y al porqué deberíamos

en esta maravillosa ciudad
de Montréal en especial,

hacernos cargo de esto.

Es que, estamos aquí
con esta oportunidad.

Saben, creo que ya no sería feliz

viviendo en una ciudad monolingüe.

Estaría de regreso en
mi querida Inglaterra,

un lugar maravilloso
en muchos aspectos.

Pero, después de un tiempo, diría

¿por qué habla todo el mundo en inglés?

(Risas)

Quiero escuchar algo más.

Claro, se puede, en
las calles de Londres.

Pero, escuchar en las calles

no es lo mismo.

Me frustro mucho en los mercados,

porque ahora tenemos
a mucha gente de Asia,

y escucho estos sonidos

melodiosos que suben y bajan
y no puedo pausarlos

y me frustra mucho

pero también me emociona.

Pero en esta asombrosa
ciudad que nos invita,

¿a qué se debe que nosotros,

la parte angloparlante
de la ciudad,

no salgamos más

y hablemos más en francés?

Hay muchas razones.

Una es que la gente teme

cometer un error.

Anoche sucedió algo muy curioso.

Esto es cierto.

Regresé a casa del ensayo aquí

y me subí al elevador

del edificio de departamentos,

y un caballero a quien rara vez veo

porque nuestros horarios
de trabajo son distintos,

que es maestro escolar

en el sistema francés,

nos subimos, nos saludamos

y le dije en francés,

"He estado hablando
sobre la lengua".

Y dijo,

"Hoy les contaba a los
demás en la escuela

que los niños deberían aprender 3 idiomas

antes de los 7 años

porque a esa edad no son
conscientes de sí mismos

y no temen cometer errores".

Y le dije:

"Voy a decirles eso mañana".

(Risas)

En serio sucedió anoche

y creo en ello completamente.

Estuve pensando que mucha gente

uno de los problemas
es que mucha gente parece

pensar que el inglés
es superficialmente fácil.

Así que, si no vacilas mucho,

y tienes poco miedo de hablar francés,

alemán, italiano o lo que sea,

la persona de la otra nacionalidad llega

hablando en inglés,

"No se preocupe por el francés,

yo hablo inglés".

Y retrocedes y dices:

"¿Acaso no fue bien?

Hice el esfuerzo pero en realidad
no tengo que intentarlo".

Está mal.

Hoy escuchamos,
tal como yo escuché ayer,

hoy nos han enseñado

que cometer errores es útil.

Los psicólogos saben que
aprendemos cometiendo errores.

También, en cierto modo,

hablar una lengua

no es solo aprender

el vocabulario o la sintaxis,

sino realmente practicarlo.

También es una habilidad motriz.

Y, saben muy bien,

no se mejora en el deporte
excepto haciéndolo;

se van a estancar

y a desanimar

a menos que realmente
intenten usar el idioma

y cometan los errores
si es necesario.

Y después, la recompensa.

Se amplía la cultura,

se amplía el conocimiento

de uno mismo y es tan asombroso

y nosotros,

los que hoy estamos aquí

tenemos el privilegio
de residir en una ciudad

en la que podamos
hacerlo cuanto queramos

recorriendo las calles,

mientras que otras
personas tienen que viajar

para tener la oportunidad

de hablar otro idioma.

Así que, aprovechémonos
de esta gran fortuna

y, por favor,

entremos a la Torre de Babel

hablando tantos idiomas como podamos

el uno al otro.

Es bueno para nuestro cerebro,

para nuestra felicidad,

y para la sociedad.

Gracias.

(Aplausos)