Dicen que el café tiene memoria.
Y cuando lo pruebas en silencio, con la guía correcta, algo en ti también empieza a recordar.

Recuerda que tu cuerpo sabe.
Que hay aromas que te sacuden por dentro.
Que hay sabores que te abren los ojos, no por intensidad, sino por verdad.

Eso pasó en Bogotá.
Un grupo de personas que no se conocían se sentaron frente a una taza y, sin saberlo, estaban a punto de reconocerse a través del café.

Uno a uno empezaron a nombrar lo que sentían.
Con voz temblorosa al principio, luego con más certeza.
Y en ese espacio, algo se despertó: la certeza de que el café no es solo un producto… es una experiencia compartida.

� Lo que vas a ver no son respuestas perfectas. Son encuentros reales.
Escúchalos.
Puede que tú también hayas sentido lo mismo.

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