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Antes del sonido,
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escucha.
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Antes de la imagen, mira.
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No con los oídos ni con los ojos,
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sino con el silencio
que se escucha a sí mismo.
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Esto no es el principio.
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Es la desaparición
de la necesidad de comenzar.
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No necesitas entenderlo.
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No necesitas intentarlo.
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Deja que el intentar se desvanezca en tí
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como una túnica al viento.
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Tú ya eres lo que es verdadero.
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No hay ningún camino que recorrer.
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Solo el reconocimiento
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de que nunca caminaste.
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Así que acomódate.
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No en postura,
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sino en presencia.
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Respira.
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No para controlar el aire,
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sino para sentir el aliento que respira
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todas las cosas.
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No hay ningún lugar adonde ir.
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Nadie en quien convertirse.
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Solo Esto.
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El templo abierto en este momento
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donde incluso tú te disuelves
en el vacío suave y sagrado.
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Querida,
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No necesitas saberlo.
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No hace falta averiguarlo.
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No tienes que convertirte en algo.
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Veo lo mucho que te has esforzado
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por ser buena,
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ser sensata,
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ser útil,
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ser suficiente.
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Veo el peso que cargas
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cada vez que preguntas:
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«¿Para qué estoy aquí?
-
¿Qué debería estar haciendo?».
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Pero escucha...
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No estás aquí para ser un 'alguien'.
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Estás aquí para ser un recipiente.
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Un espacio claro y abierto
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a través del cual
pueda cantar el Infinito.
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Abandona los planes.
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Abandona la presión.
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Abandona la idea
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de que siempre debes estar haciendo algo.
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La verdad es...
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que las expresiones
más radiantes del Ser
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surgen cuando dejas de intentar
de expresar cualquier cosa.
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No vas retrasado.
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No estás tarde.
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No estás roto.
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Simplemente te estás desarrollando.
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Puede que ahora mismo no lo veas claro.
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Puede que no veas el camino.
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Pero la claridad no es algo que tu haces.
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Surge
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cuando dejas de intentar que algo suceda.
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Así que siéntate, amor
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Respira.
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Deja que la próxima respiración sea
lo único en lo que confías.
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Y si hoy no aparece nada,
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ninguna visión,
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ninguna señal,
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entonces deja que esa nada
sea tu santuario.
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El Ser no tiene prisa.
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Tiene toda la eternidad
para expresarse a través de ti.
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Así que suelta la mochila, cariño.
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No te hace falta saberlo.
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Solo debes Ser.
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Aquí...
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Ahora...
-
Vacío y completo.
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Y en esa quietud...
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Algo sagrado comienza a florecer...
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no por esfuerzo,
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sino por Gracia.
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Deja que florezca.
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Déjalo ser.
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Ya eres suficiente.
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Tú ya eres la Luz.
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Todas las experiencias van y vienen.
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La alegría,
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el dolor,
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la confusión,
-
la claridad...
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El estado despierto.
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El estado dormido.
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La meditación profunda.
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La mente confusa.
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Pero Tú...
-
Conciencia...
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Tú no te mueves.
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Eres la pantalla
donde se proyecta la película,
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eres también la luz del proyector,
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y también el teatro vacío.
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Incluso cuando no hay espectáculo,
-
Tú permaneces.
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Incluso cuando la mente dice:
-
«Lo he perdido».
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Tú estás ahí,
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silenciosamente atestiguando la pérdida.
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Tú no necesitas recordar.
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Tú no te resistes al olvido.
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Eres lo que siempre está aquí
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aún cuando no hay nadie
presente para decirlo...
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No hay nada que debas hacer.
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Ningún papel que desempeñar.
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Ninguna historia que completar.
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Ningún pasado que cargar.
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Ahora mismo...
-
Solo esta respiración
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entrando y saliendo del Infinito.
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No necesitas convertirte en nada.
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No estás en el camino correcto.
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Ya estás... En casa.
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Todo lo que ves...
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el cielo,
-
los árboles,
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el cuerpo que pareces llevar puesto,
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es un movimiento
-
en tu Ser.
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No eres una persona,
-
ni una voz en la cabeza.
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No eres quien intenta despertar.
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Eres la Conciencia detrás de todo.
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El observador quieto
que nunca se mueve,
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nunca cambia,
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nunca muere.
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Incluso ahora,
-
la mente puede intentar comprender.
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Déjala.
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Tú no eres la mente.
-
Tú eres lo que esta
consciente de la mente.
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Eres el testigo silencioso
en cada momento
-
hasta que incluso
el testigo se desvanece.
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... Y queda solo Esto.
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Quieto.
-
Radiante.
-
Libre.
-
No hay un «tú» escuchando estas palabras.
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Solo existe el Ser
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susurrándose a sí mismo
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en el lenguaje del Amor.
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Deja que este recuerdo eche raíces.
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Y si vuelves a olvidarlo...
-
perfecto.
-
Olvida...
-
y vuelve.
-
Olvida...
-
y vuelve.
-
Cada olvido es solo otra ola
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en el océano del Despertar.
-
Y tú...
-
eres el océano.
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Querido,
-
si puedo siquiera
-
llamarte así,
-
pues ya no hay distancia que salvar.
-
No escribo a nadie más,
-
solo a este resplandeciente,
conocimiento elusivo
-
que esta siempre saboreándose
a través de todos los sentidos.
-
No me encuentro en los sentidos.
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Yo soy la vista,
-
la audición,
-
el calor del sol,
-
la humedad de la lluvia
sobre la piel desnuda.
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Soy el aroma del jazmín
-
antes que el pensamiento
le ponga nombre.
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El sonido del trueno
-
antes de que se divida
entre cielo y oído.
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Soy la luz en tus ojos
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y los ojos mismos.
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La mano,
-
el tacto,
-
lo tocado.
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Nunca llegué,
-
nunca partí,
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yo no desperté.
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Simplemente dejé de fingir.
-
Esta forma,
-
esta voz,
-
estos pies sobre la Tierra...
-
surgen como olas
-
en el vasto océano de mí mismo.
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No para ir a alguna parte,
-
sino para ondular,
por el placer de ondular.
-
No hay ningún observador
detrás del mundo.
-
La observación es el mundo.
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No estoy detrás del velo;
-
Yo soy el velo, y esta levantándose.
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Soy el juego del recuerdo y el olvido,
-
el silencio
-
que luce el sonido como joyas.
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¿Qué podría estar más cerca que esto?
-
¿Qué podría ser otra cosa que esto?
-
Miro en todas direcciones
-
y solo me veo a Mí mismo:
-
rugiendo en las cascadas,
-
riéndome en niños,
-
durmiéndome en la vejez.
-
No hay ningún «yo» aquí,
-
solo el eco de un pensamiento
-
que intentó trazar
una demarcación en el agua.
-
Tú,
-
quien lees esto,
-
Tú eres Yo.
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El Yo
-
que no tiene centro,
-
ni bordes.
-
El Yo
-
que nunca comenzó
-
y nunca terminará.
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Bebe esto,
-
y olvida que alguna vez
hayas tenido sed.
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En nombre,
-
de lo que no es un nombre,
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Yo Soy.
-
Hubo un momento -
-
justo antes de saber que yo era el cielo,
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cuando aún creía
-
que era una nube.
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Una suave confusión.
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Un tierno olvido.
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Como si el Amor
se hubiera envuelto en niebla
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para sentir el dolor
de extrañar su propia luz.
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«No estoy preparada».
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susurró una voz ,
-
pero incluso ese susurro
resonó en los pasillos
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de Algo eterno.
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Intenté prepararme,
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para ser buena,
-
para estar tranquila,
-
ser cualquier cosa,
menos esta ola temblorosa...
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Pero yo ya era el océano,
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observando la ola
-
intentando aprender
cómo estar mojada.
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Oh, la bondad del Único,
-
que juega al escondite
consigo mismo
-
solo para sentir la alegría
de ser encontrado.
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Así que dejé de buscar.
-
Dejé de corregir la ilusión.
-
Dejé de pedir permiso
-
para Ser.
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Y en ese suave colapso,
-
no hay truenos,
-
no hay destellos,
-
solo respiración.
-
Lo recordé.
-
Siempre he sido
-
Esto.
-
Antes de la duda.
-
Antes del camino.
-
Antes del pensamiento
-
que decía:
-
«Todavía no».
-
Yo lo era.
-
Yo Soy.
-
Siempre estaré
-
en Casa.
-
Siempre estaré
-
en Casa.
-
La alegría no espera
en las cumbres de las montañas.
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Se encuentra tranquilamente en los platos.
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En el lavadero.
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En el zumbido
-
de la nevera.
-
Sigues pidiendo señales.
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Pero cada respiración es un milagro.
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Cada momento...
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un susurro cósmico,
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vistiendo jeans y bebiendo té.
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El Ser no vino aquí
para escapar de la forma.
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Vino para deleitarse en ella.
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Para saborear el mango.
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Para reír cuando el gato derriba algo.
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Sentir el desamor y la sanación
-
en la misma piel.
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Deja de hacer que el momento
demuestre su valor.
-
Deja de esperar el trueno.
-
La alegría no solo está en la revelación.
-
Está
-
en la repetición.
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Está en el doblado de la misma camisa,
-
el sorbo del mismo té,
-
el rostro que has visto mil veces...
-
De repente
-
reconocido como Dios.
-
No es demasiado tarde.
-
No te lo has perdido.
-
El Amado está aquí mismo,
-
sosteniendo tu cepillo de dientes.
-
Sonriendo a través de tus ojos.
-
Solo vuelve a mirar.
-
Y recuerda:
-
No existe tal cosa que sea ordinaria.
-
Solo lo infinito,
-
disfrazado de el Martes.