El tráfico sexual no es lo que piensan | Meghan Sobel | TEDxMileHighWomen

"Cuando empecé a investigar sobre el tráfico sexual en 2008, pensé que significaba que secuestraban a chicas y las encadenan a camas", explica la profesora Meghan Sobel. Pronto, se dio cuenta de que esa era la versión de Hollywood, no la realidad. Para combatir la trata sexual eficazmente, debemos comprender qué es.

Maghan es profesora adjunta del Departamento de Comunicación en la Universidad Regis, donde enseña comunicación internacional, relaciones públicas y derechos humanos. La investigación de Meghan se concentra en el rol de los medios de comunicación para combatir las violaciones de los derechos humanos y las crisis humanitarias. También es decoradora de pasteles certificada.

Se dio esta charla en el evento TEDx, con el formato de conferencia de TED, pero organizada independientemente por una comunidad local. Obtenga más información en http://ted.com/tedx

Cuando hablo del tráfico sexual,

sobre todo, tráfico sexual en Tailandia,

imágenes como éstas
quizás aparezcan en su mente.

Es comprensible.

Investigaciones muestran que, al no tener
experiencias personales con un tema,

elaboramos nuestro conocimiento en función
a lo que los medios nos muestran.

Pero esa es la versión de Hollywood,
la realidad llega a ser muy distinta.

Por definición, tráfico
significa trabajo forzado.

Una víctima de tráfico sexual es alguien
obligado a trabajar en la industria sexual

en contra de su voluntad.

El tráfico sexual sucede
en todos los países de la Tierra

en zonas urbanas y rurales.

De hecho, algunas personas
se confunden con la palabra 'tráfico',

creen que debe involucrar
un desplazamiento transfronterizo,

pero eso es contrabando.

Una persona podría ser objeto de tráfico
en su ciudad natal.

Debemos destacar que los niños
pueden ser víctimas de tráfico también,

de la misma manera que las niñas.

Pero, muchas veces, de ellos no se habla.

Este es Oi y su hermano menor,

crecieron en una tribu de la montaña
en el norte de Tailandia,

cerca de la frontera con Birmania.

Estas comunidades de la montaña
son minorías étnicas en Tailandia

y muy discriminadas.

La madre de Oi murió
por una sobredosis de heroína,

él y sus hermanos menores
quedaron al cuidado de su padrastro.

Es culturalmente común
en esta parte del mundo y en muchas otras

que los niños tengan la obligación
de cuidar económicamente a sus familias.

Como era el hijo mayor,
Oi sentía una gran responsabilidad.

También hay una gran migración
en esta parte del mundo,

sobre todo de personas que van de Birmania
a Tailandia, en busca de una vida mejor.

Pero solo porque un bebé
nace en Tailandia,

ese bebé no tiene garantizada
la nacionalidad tailandesa.

A menudo, depende
de la nacionalidad de sus padres.

Oi nació en Tailandia,
pero sus padres son de Birmania.

Oi, como muchos otros niños y adultos,

carecen de nacionalidad en cualquier país,
término que se denomina "apátrida".

Sin nacionalidad en Tailandia,
una persona no puede ir a colegio público,

ni tener atención médica,

ni se puede mover libremente
fuera de su provincia.

Como consecuencia, las opciones de Oi
para ganar dinero eran muy limitadas.

Cuando tenía 12 años,
siguió a un chico mayor de su pueblo

a una ciudad del norte de Tailandia,
Chiang Mai, en busca de trabajo.

Oi creció hablando un idioma
exclusivo de su pueblo.

No sabía mucho tailandés, ni inglés,
así que, cuando llegó a Chiang Mai,

empezó intentando vender flores
a turistas en un mercado nocturno,

pero no ganaba mucho dinero.

Así que siguió a otro chico a un bar

con la esperanza de ganar más dinero.

Bien entrada la noche, el bar,

ubicado en el corazón
de la zona roja de Chiang Mai,

estaba lleno de chicos jóvenes como Oi.

No tardó mucho tiempo en darse cuenta
de lo que este trabajo conllevaba.

Finalmente, Oi, de muy mala gana,

siguió los pasos de los otros chicos.

Comenzó con tomar pedidos
de bebidas y masajes,

pero, para hacer suficiente dinero
para cuidar a sus hermanos menores,

rápidamente llevo a Oi a tener sexo
con hombres extranjeros.

Trabajar cada noche le provocaba terror.

Empezó a tomar y consumir drogas
para adormecerse,

pero sabía que nunca
ganaría suficiente dinero

trabajando en un restaurante
o vendiendo recuerdos, así que continuó.

Sentía que no tenía opción.

Todavía no ganaba suficiente dinero,

en ese momento, Oi decidió robarle $ 80
a uno de sus clientes.

Lo arrestaron y fue condenado
a una larga sentencia de prisión,

probablemente, también por discriminación

contra miembros de estas comunidades
de tribu de montaña.

Por robar esos $ 80,
Oi pasó cuatro años en prisión,

y su cliente salió completamente libre.

Oi es una víctima de tráfico sexual,

y su historia representa
las crudas realidades de esta vida.

Sin embargo, para ser clara
no todo trabajo sexual es tráfico.

Hay prostitutas que lo hacen
con consentimiento,

y merecen que se respeten
sus derechos.

Hay personas que voluntariamente,
elijen en la industria del sexo,

pero muchos no,

y allí es cuando comienza el tráfico.

Aunque todos los casos
de tráfico sexual son distintos,

la historia de Oi es muy común
en Tailandia,

tanto en hombres como en mujeres,

que los casos de personas secuestradas
y encadenadas a las camas.

Muchas víctimas de tráfico sexual
están libres físicamente,

pero no psicológicamente libres.

Por un lado, Oi no está
encadenado a una cama.

En teoría, puede alejarse de la situación
en cualquier momento.

Pero, si hace eso, su familia
no va a poder pagar la comida.

Sus hermanos tendrán que trabajar
quizás en la industria del sexo,

y por la obligación financiera,

es probable que traiga una enorme
vergüenza para sí mismo y su familia.

¿Es una elección que él pueda hacer?

No tiene opción.

Soy afortunada por haber nacido
en una familia de clase media

y haber sido criada en un lindo barrio
a las afueras de Boulder.

Tuve un gran privilegio y,
por lo tanto, muchas opciones.

Cuando empecé a investigar
sobre el tráfico sexual en 2008,

pensé que significaba que las chicas
eran secuestradas y encadenadas a camas.

Pero, desde ese momento,
mi conocimiento del tema

y cuál es la mejor manera
para detenerlo evolucionó,

los quiero llevar en ese viaje conmigo.

Muchas ONG occidentales, provisto
de personal bienintencionado como yo,

comenzaron a trabajar en una lucha
contra el tráfico en todo el mundo.

Específicamente en Tailandia,
algunas organizaciones occidentales,

comenzaron a llevar a cabo
"allanamientos inteligentes".

Identifican una instalación, un bar,
un prostíbulo, un salón de masajes,

y allanan la instalación.

Sacan a las personas que creen
fueron víctimas de tráfico,

y, a menudo, retiran a los trabajadores
sexuales que estén en la instalación.

Después, los llevan a un refugio.

Aunque esto parezca un esfuerzo noble,

no logra abordar de manera efectiva
la amplia red de cuestiones sociales,

políticas y económicas
que crean tales problemas.

A veces, incluso empeoran el problema.

Somete a estos individuos
a una posible deportación

y estadías largas
e involuntarias en refugios.

Algunos informan que se sienten
como si estuvieran en una prisión.

Como no se le presta atención
a las causas económicas

que causaron que esta persona trabaje
en la industria del sexo, en primer lugar,

puede significar que un hermano menor
tenga que entrar en la industria del sexo

para mantener a su familia.

Además, el sistema social en curso

no proporciona rehabilitación
o asistencia posterior,

por lo que muchas personas
terminan de nuevo en el prostíbulo

con un incrementado trauma
y más desconfianza a las ONG.

Sin embargo, se puede comprender la idea
de estos occidentales bienintencionados.

Los allanamientos inteligentes sirven
para rescatar chicas encadenadas.

No tienen sentido

para abordar ciclos complejos
de pobreza intergeneracional.

Son solo un enfoque reaccionario
a una falsa idea del problema:

la versión de Hollywood.

Se les llama "allanamientos inteligentes",

pero creo que deberían llamarse
"allanamientos tontos".

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Podemos empezar por reconocer

que el tráfico es consecuencia de
temas sociales, políticos y económicos.

Pero solo porque hay
mucho terreno desconocido,

no significa que no haya pasos concretos
que podamos tomar para detenerlo.

Primero, como occidentales,

es hora de enfrentar
el tema de la demanda.

Mientras haya demanda,
habrá oferta.

Queremos que los compradores sexuales

se vean como hombres grasosos,
asquerosos y que dan miedo

que viven en lugares lejanos.

Pero no lo son.

Muchos son estadounidenses
pulcros, bien vestidos y exitosos.

Son nuestros hijos,

y hermanos,

y vecinos,

y compañeros de trabajo.

Dada la naturaleza subrepticia
del tráfico sexual,

no sabemos las estadísticas sobre
cuán predominante son los estadounidenses

en comprar este tipo de sexo,

pero, por muchos cálculos
y mis propias observaciones,

los estadounidenses son responsables
de la mayoría de la venta de sexo

mediante el tráfico sexual en Tailandia.

¿Qué hacemos hoy en nuestra sociedad

para promover que la gente piense
que está bien ir a Tailandia

o ir a unas cuadras en su ciudad natal,

y pagar para tener sexo con un niño?

Nosotros tenemos la opción de abordar
el tema de la demanda de frente

si tenemos conversaciones difíciles
con nuestros seres queridos

sobre qué hacen las acciones privilegiadas
por quienes tiene pocas opciones.

Además, podemos aprovechar
nuestro privilegio de otras maneras.

Podemos promover cambios políticos

que aborden las verdaderas causas
de desigualdad, a nivel local y mundial:

leyes laborales, leyes de inmigración,
desigualdad de género,

acceso a la educación y atención médica.

Podemos canalizar recursos en programas

que promuevan la rehabilitación y
asistencia para sobrevivientes de tráfico.

Esta es una foto reciente de Oi.

Fue liberado de la cárcel,
este mismo año,

con la ayuda de una organización que lucha
contra el tráfico ubicado en Chiang Mai

llamado Luz Urbana,

recibió atención médica, alojamiento
provisional, asistencia jurídica,

y capacitación laboral y de idiomas.

Él se dedica a ayudar a otros niños
para tener los recursos que necesitan

para que tengan la opción de irse del bar.

Podemos tener éxito y trasformar
la vida de víctimas de tráfico sexual

de manera local y en el extranjero,
pero debemos enfrentar la realidad.

Aunque cosas como una nacionalidad
y apátrida y capacitación en idiomas

no son tan emocionantes para un documental
como lo hacen los allanamientos,

tienen un impacto duradero

en romper con el ciclo de pobreza
que provoca el tráfico,

Finalmente, si queremos terminar
el tráfico sexual,

debemos reflexionar en
cómo lo comprendemos.

Cortemos la exageración de Hollywood

y dejemos atrás
estos allanamientos tontos.

Ampliemos nuestra comprensión de elegir

e ir más allá de concientizar

para abordar las cuestiones fundamentales
sobre el tráfico.

Me voy a retirar con las palabras
del doctor Wayne Dyer:

"Si cambian el modo en que miran
las cosas, las cosas que miran cambian".

(Aplausos)