¿Por qué nos cuesta mirarnos al espejo? | Andrea Vilallonga | TEDxTarragona

La aceptación de nuestra apariencia es un paso fundamental para gestionar la impresión que causamos en los demás.
Pierre Bordeau ya definió las tres formas principales de capital: económico, social y cultural. Pero, ¿y si además existiese un capital erótico?
En esta divertida charla Andrea Vilallonga nos desvela las claves para mejorar nuestra influencia en los demás.

This talk was given at a TEDx event using the TED conference format but independently organized by a local community. Learn more at https://www.ted.com/tedx

Cuesta verse, ¿eh?

¡Ay, mira!

¿Quién es?
¡Hola! ¿Qué tal?

Ahora os hacéis los graciosos,

pero ¡cuesta verse!

y aún cuesta más mirarse

Cuando nos miramos nos pasa
como cuando nos graban en vídeo,

¿no?, y te obligan a verlo

y tú estás como:
"no, yo no... no soy esa persona",

o "yo no tengo esa voz".

Pues la noticia del día es que sí,

tú eres esa persona,

y sí, tienes esa voz.

Por eso es tan importante mirarse.

Mirarse, porque es la única manera
que tenemos de determinar

lo que ven los demás
cuando nos ven por primera vez.

Y algunos de vosotros pueden pensar

que lo que piensen los demás,
pues da igual.

¡Y razón que tenéis!

Sin embargo,

el mirarse nos puede dar
los elementos necesarios

para trabajar en dos valores
fundamentales de la comunicación:

la autoestima y la influencia.

Y ¿cómo la autoestima
puede mejorar

mirándose al espejo?

Parece hasta contradictorio, ¿verdad?

¡Muy sencillo! Seguro
que os ha pasado que habéis

conocido a alguien
por primera vez,

pensáis que todo va bien,
estáis encantados

y al cabo de un tiempo,

cuando esta persona os vuelve a ver
y hay confianza,

te dice: "Ay, mira...

¿Sabes que cuando
te conocí por primera vez

me caíste fatal?"

Y tú: "Ah, ¿sí?"

"¡Sí! Me pareciste borde".

"¿Yo?

Pero, pero si yo soy
supersimpática, ¿cómo es posible?"

O, peor aún, que te digan:

"¡Ala, vaya carácter que tienes!
¿No? ¡No lo parecía!".

No lo parecía.

Sabéis, es que la mente

confunde el ver con el ser.

Por eso es fundamental

saber lo que ven.

De esta manera, podemos
proteger nuestra autoestima

y tener las herramientas necesarias
para trabajar en la influencia.

En 1983

—y me pongo intelectual—,

un sociólogo llamado Jean Bourdieu

intentó... No, intentó, no.
Hizo un estudio sobre cuáles

son los capitales de influencia
que mueven el mundo;

qué es lo que mueve el mundo.

Y descubrió que había 3,
3 esenciales.

El primero, el capital económico. ¿Sí?

Cuanto más tienes, más fácil es
comprar a tu objetivo.

El segundo es el capital social.

Cuantas más personas conoces
y mejor trabajas tus redes de contacto,

pues más fácil es que
te presenten a tu objetivo

El tercero es el capital intelectual.

Cuanto más sabes,

cuantos más masters,
cuanto más estudias,

pues más fácil es
convencer a tu objetivo.

Pero, para mí, falta uno
básico y esencial,

que es el capital... erótico.

Que no significa acostarse
con todo el mundo;

que también funciona,
eso también os lo digo,

pero no os lo aconsejo.

Entonces ¿qué es el capital erótico?

El capital erótico es
saber utilizar la imagen,

la presencia y el carisma

para poder seducir a nuestro objetivo

Porque tenemos 15 segundos,
15 crueles segundos

para dar una buena
primera impresión.

15 segundos en los que
somos juzgados y etiquetados.

¡Triste!

Pero ¿quién no lo ha hecho nunca?

¿Quién puede decir
que no ha juzgado nunca

por la primera impresión?

Nadie.

Nadie. Porque es lo que somos.

No es que seamos malas personas ¿eh?

Es una cuestión
solo de herencia primitiva.

Lo tenemos en nuestro ADN desde hace
millones y millones de años,

porque es para defendernos
de los posibles ataques.

Imaginaos:

Vamos millones, millones, millones
de años hacia atrás, ¿vale?

Estoy yo tranquilamente
en mi pradera jurásica

"Hola, ¿qué tal?"
—con mis pieles, sintéticas, eso sí—

paseándome y de repente
me encuentro con esto.

Mucha confianza no da.

De entrada, puedo pensar:

hombre, es un poco agresivo
este dinosaurio

tiene unas líneas, como podéis observar,
afiladas y quebradas

que me pueden dar la sensación
de que puedo ser atacada y comida.

Así que ¿cuál va a ser mi emoción?
Miedo.

Y me voy a ir.

Pero ¿sabéis? a lo mejor
es muy buen dinosaurio.

No lo sabemos.

Sigo con mi paseo jurásico
y me encuentro con este.

No quiere. ¡Este!
Es que es un poco tímido.

¡Y qué mono! ¿Verdad?
Tan redondito...

Es así como cuqui...

Dices: bueno, a ver, es grande,
pero no, este seguro que no me come

Y voy por ahí.

Lo que crean estos dinosaurios

es lo que llamamos nosotros
las expectativas visuales,

y vosotros también creáis
expectativas visuales

La expectativa visual, crea una emoción,

y esta emoción determina el modo
en que me comunicaré con los demás.

No confundamos con estereotipo.

El estereotipo es un prejuicio
aprendido, educacional y social.

Y, como sabéis, la mente,
de acuerdo,

un pensamiento negativo es
mucho más fácil de cambiar

que una emoción negativa.

Quiero que penséis que... claro,
dais una primera impresión

y el 55 % de la opinión que
se hacen los demás de vosotros

es por la expectativa visual.

Cómo es vuestro cuerpo:

altos, bajos, grandes,
pequeños, pecho, sin pecho...

Y luego, además, lo que habéis
decidido ponerle a ese cuerpo;

qué tipo de indumentaria
habéis elegido;

el peinado que lleváis...

Gafas, no gafas, maquillaje,
ausencia de él,

pelos -varios, por todos lados-.

Todo eso conforma
el 55 % de la opinión,

y a veces ni siquiera
nos hemos pasado a mirar.

No nos hemos mirado al espejo.
¿Cómo lo vamos a saber?

Yo tuve esta experiencia
en mis propias carnes.

Hace años, cuando
empecé mi empresa,

yo tenía mucho miedo y pensaba
que como me dedicaba a la imagen,

todo el mundo
tendría el prejuicio -real-

de que lo que hacemos
es muy superficial.

Entonces yo quise crear una imagen
más dura, más contundente,

¿de acuerdo?, algo más agresivo

y me puse el disfraz de ejecutiva:

americana, vestido entallado,
tacones de 12 centímetros

pelito corto platino,
gafas de gato...

Y no sé si os habéis fijado,
pero mis facciones y mi cuerpo

se parecen más al rex que al diplodocus.

Entonces yo, con todo esto,
me voy paseando

por la calle Urgell de Barcelona,
tranquilamente, así,

pensando que lo estaba petando,

Y de repente...

me caigo.

Y yo no me caigo «divine», así.

Yo, cuando me caigo, me caigo así.

Y estoy yo ahí estirada
en medio paso de cebra,

un tacón allí, un tacón allá,
la falda aquí, ¿sí?

Ahí estirada, y lo que pasó
fue bastante revelador,

porque yo estaba estirada
y no me podía levantar

porque me había roto
la clavícula, ¿no?

-no os pongáis tacones-.

Ahí.

¿Y sabéis? No me iba
a ayudar nadie.

Y todos: pobre, si parece buena chica...

¿Sí? Pues no me vino a ayudar
absolutamente nadie.

Eso sí, la gente no es tan mala;
se creó un corrillo a mi alrededor

pensando: «¡Ay, pobre!
¿Se habrá hecho daño?

¡Ay, no sé! A ver ¿se mueve?
¿Respira? ¿Sí?

Y yo, ahí, pensando:
«¡Qué fuerte!»

Ahora, en serio, no es que las personas
fueran malas personas,

pero lo que pasó es que
la expectativa visual

que yo estaba transmitiendo, con
todo lo que había decidido ponerme

y lo que mis padres me han dado

era que si me decían
"¿qué? ¿estás bien?",

yo hubiera hecho: ¡Aaaah!

Y yo lo entiendo,
yo también tendría miedo.

Así que, hasta que yo no tomé
la decisión de girarme y sonreír,

en plan «ay, me he hecho daño»,

nadie me vino a ayudar.

He intentado mejorar desde entonces
y suavizar mi imagen,

porque quiero que me recojan
si me vuelvo a caer.

Cosa que, además,
me pasa habitualmente.

Así que, 55 % de la primera impresión.

el 38 %, la expresión
no verbal, el cuerpo.

Como habéis visto antes
en el vídeo de IMI Cádiz,

es muy importante,
por lo menos, tener controlado

cómo caminamos, cómo gesticulamos...

y la postura. La postura es básica

Imaginaos que yo quiero venir
hoy aquí a transmitir seguridad

y empiezo: "Hola
¿qué tal? Soy Andrea, eh...".

¡Imposible!

Así que el cuerpo ayuda
a transmitir los códigos correctos,

así como a transmitirme a mí mismo.

Y luego queda el 7 %.

El 7 % que es la expresión verbal.

Y podéis pensar: bueno, menos mal,
algo tengo para convencer.

Pues no, de este 7 %,
2 es el contenido del mensaje, 2.

Lo demás es la voz, el tono,
la modulación.

La voz además
da muchísima información.

A todos nos ha pasado de
escuchar a algún locutor de radio,

estar encantados -me encantaaaa-

y de repente, googlear.

Y dices: ¡ah!

Sueño roto.

No lo hagáis, quedaros
en el imaginario, es mucho mejor.

Así que tenemos
2 elementos tangibles

que son la expresión verbal,
o la expresión verbal y no verbal,

la imagen externa, que dan información
a nuestro interlocutor

de lo que parecemos ser.

Y queda un elemento
importante, intangible,

que da la información al interlocutor
de lo que somos,

que es la actitud.
La buena actitud.

Hacia nosotros mismos, evidentemente.

Y seguro que habéis leído
muchísimos libros

y habéis visto muchos vídeos
y muchas charlas TEDx

sobre cómo tener una buena actitud,

así que yo hoy...

no voy a ser menos
y os voy a dar mi truco.

Os voy a explicar qué es
para mí tener una buena actitud.

Para empezar, algo que
no hacemos habitualmente

es aceptar los cumplidos.

Cuando alguien
nos dice algo bonito,

se merece solo un gracias.

Y ¿qué hacemos nosotros?

"Me encanta tu camisa."
"¿En serio? 4€ me ha costado."

¡Y a mí que me importa!
¿Qué me estás contando?

Peor aún: "Ah, estás superguapa hoy."

"Ay, pues el niño
me ha vomitado toda la noche".

Y nooo, mira, no entiendo. O:

"Me he puesto 3 kg de maquillaje.
¿Qué quieres? ¡Es lo que hay!"

De verdad, no nos interesa vuestra vida.

Un cumplido es un regalo;

un regalo, aporta felicidad.

Y la felicidad ¿sabéis que hace?
Sube la autoestima.

Así que con un simple gracias
es suficiente.

También está el dejar de contar miserias,

deporte nacional,
nos encanta contar miserias.

Situación: estoy en el trabajo,
todo ha ido más o menos bien

y me pasa una cosita mala,
una pequeña, pero bueno, mala.

Lo primero que hago es
buscar a alguien a quien contárselo.

¿Quién está disponible ahora mismo
pa contarle mi miseria?

Ah, mira, mira. Bien,
lo que me ha hecho el jefe.

Y la otra, encantada.
"¡Ay, sí! ¡Ah! Lo peor".

Pero ¿pensamos que
con eso es suficiente? ¡No!

Con eso nuestro ego,
el monstruo del ego empieza a crecer

¿Ves? Piensas: "Ves como
tenía razón. ¿Sí? Mal."

Siguiente acto: me voy al baño
con el móvil

y cuando estoy -perdonad-
sentada

voy a ese grupo de Whatsapp
de amigos a muerte

para contarles lo que me ha pasado.

Y todos: "¡Sííí! ¡Muerte! ¡Muerte!

¿A qué hora le vamos
a romper las piernas? ¡Aaaah!"

Y nosotros salimos del lavabo.
¡Síííí! ¡Síííí! ¿Dónde está, jefe?

Pero no se queda aquí.

Como es un subidón de adrenalina,

salimos del trabajo.

¡Uy! Y eso que me habíais avisado

Pero es lo que hay.

"Mamá."
"¿Qué te han hecho?"

"Mira lo que me ha hecho mi jefe."

Claro, tu madre qué va a decir:

es lo peor, es que ya te lo he dicho

Ego, ego, ego, ego, ego, ego egooo.

Porque has leído en algún sitio

que han dicho los psicólogos
que lo mejor es contarlo.

¿Vale?

Perdón.

Y tú te vas a dormir
encantado, relajado

lo has contado a todo el mundo.
Y ¿qué pasa?

Que tú al día siguiente
no te acuerdas, lo has soltado,

pero la miseria te persigue,

el grupo de Wahtsapp está ahí,

tu madre te ha llamado 5 veces,

la compañera de trabajo
ya está así: "¿Qué? ¿Qué?".

Así que, por favor,
no contéis más miserias

y si tenéis que sacarlo

porque dice el psicólogo
que lo tenéis que sacar,

elegid a la única persona
de vuestro entorno

que os va a decir: "Pues
me parece que te equivocas." Aaah

Pero por lo menos la miseria se acabó.

Y para acabar,

una de las pautas,
de los elementos de la actitud

que me parece más importante
es el de limpiar la mirada.

Hoy que hablamos de brillar,
de «shine», vamos a limpiar la mirada.

Limpiar la mirada, ¿qué significa?

Significa que cuando
nos miremos en el espejo

dejemos de detectar
aquello que no nos gusta.

Cuando hablemos de nosotros,

dejemos de pensar
en aquello que no hacemos bien.

Pasamos demasiado tiempo
y gastamos demasiada energía

en corregir cosas que no se nos dan bien.

Y ¿por qué no enfocamos al revés?

¿Por qué no ponemos
toda esa energía

en potenciar el talento que tenemos?

Intentar ver qué es
lo que me gusta de mí,

qué es lo que hago naturalmente bien,

y poner esa energía aquí.
¿Sabéis por qué?

Porque vivimos en una sociedad

en que se valora mucho más aquello
que te ha costado un esfuerzo

que aquello que haces bien naturalmente.

Y eso es doloroso

Y cuesta y es frustrante.

Y yo me di cuenta de esto
con mi hijo.

Tengo un hijo...
Tengo 2, pero uno...

Por si acaso, "¡Ay, no te acuerdas de mí.
"Sí."

Tengo uno que tiene
unas notas en mates normales,

lo normal.

En cambio, tiene un gran talento

-es malo que lo diga yo-
para la música.

Pero es realmente un gran talento.

Entonces, en un momento dado,
como madre:

"Sabéis, le voy a poner
un profesor de mates

para que suba."

De repente digo:
"¿Para qué voy a machacar a este niño,

que ni le interesa, ni le gusta,
me las aprueba?"

Intentar ponerle todo el peso
de la frustración

en algo que quizás nunca se le dé bien.

¿Vale? Voy a poner

el peso de la energía
en el talento, que es el piano.

Y seguramente será más feliz.

Cuando hacemos este cambio de perspectiva,

¿sabéis lo que pasa?
Que la autoestima sube.

Y estamos ende el camino,

en el camino de
querernos un poquito más.

Y es muy fácil.
Son 3 sencillo pasos.

No va.

Y mira que había
creado emoción y todo.

¿Qué? Bueno, es igual,
os lo diré.

¡Ay, mira, mira!

3 sencillos pasos.

Por favor, recuperad tensión.

Mejora tu imagen,

renueva tu actitud

y trabaja tu expresión.

Muchas gracias.

(Aplausos)