Imagina un mundo sin chocolate | Jean Thompson | TEDxBellevueWomen

Jean es una firme defensora del ecosistema del cacao. Siempre piensa en innovar en una industria que ha existido durante siglos.

En esta charla, Jean nos enseña acerca de la economía global en la producción de exquisitos chocolates. También compartirá su visión sobre el renacimiento del chocolate, en un futuro no tan lejano.

Jean Thompson es la dueña y directora ejecutiva de Seattle Chocolate Company. Ella se autodenomina adicta al chocolate y aporta una increíble emoción y entusiasmo para dirigir la empresa. Siempre piensa en ser innovadora y revolucionaria en una industria que ha existido durante siglos. Su misión es que las personas vean al chocolate de una manera distinta e imagina un mundo en donde se celebra y valora la complejidad del chocolate.

Esta charla fue realizada en un evento TEDx usando el formato de conferencia TEDx pero organizada de manera independiente por una comunidad local. Para más información visite https://www.ted.com/tedx

Mi amor por el chocolate comenzó temprano.

En los primeros recuerdos de mi niñez
se encuentra el chocolate.

Recuerdo ir a hurtadillas a la alacena

y tomar un trozo de chocolate semiamargo

y revolver la alacena

hasta encontrar donde mi madre
había escondido su reserva de chocolates.

Desde entonces, es seguro decir

que como chocolate todos los días.

(Risas)

No puedo imaginar el mundo sin chocolate.

Pero así es el futuro
al que nos enfrentamos.

En la universidad,
mientras estudiaba psicología,

en mi primer trabajo en ventas,

y mi carrera de marketing en Microsoft,

siempre conté con
mi dosis diaria de chocolate.

En ese entonces no tenía idea

que iba a ser un tema
tan central en mi vida.

Hace 20 años,

invertí en una pequeña
empresa de chocolate regional

llamada Seattle Chocolate
porque amaba el producto.

Y en 2001, un terremoto
sacudió el área de Seattle.

Se llamó el sismo Nisqually.

Dos edificios fueron dañados
por el terremoto:

el que alquilaba Seattle Chocolate,
sin seguro contra terremotos,

y al otro lado de la calle,
la oficina central de Starbucks,

pero solo una pequeña parte del espacio
que alquilaba Seattle Chocolate.

Nuestro edificio fue clausurado cuando
las paredes se separaron del techo.

Alguien debía dar un paso adelante

para avanzar con la operación

o la empresa iba a extinguirse.

Así que eso hice.

Y en ese momento, me convertí en la dueña.

Al año siguiente, cuando mi hija
más chica comenzó el jardín de niños

decidí intervenir y ayudar
a esa empresa en aprietos

con el marketing, media jornada.

A los seis meses de unirme a la empresa,

el director ejecutivo renunció
y me dejó cargando con el muerto

y con la duda de si debí haberme
guardado mis opiniones.

(Risas)

No tenía idea qué iba a hacer.

¿Debía cerrar la empresa?

Pensé, hay 30 familias
que dependen de esta empresa

para sobrevivir.

Y me dije,

es chocolate, ¿qué tan
difícil puede ser? Ja ja.

Así que decidí asumir
la gestión cotidiana

Y me convertí en empresaria,
emprendedora y directora ejecutiva.

Claro, no tenía ningún plan
para cambiar la empresa,

así que abordé un problema por día.

Seguí mis instintos.

Elegí a mis empleados estrella.

Fui a la góndola de los chocolates
en el supermercado.

Leí libros de negocios.

Y leí todos los artículos que encontré
acerca del chocolate.

Y poco a poco las cosas
empezaron a mejorar.

Fue una empinada curva de aprendizaje.

Tuve que aprender sobre producción,
almacenamiento, canales de distribución,

finanzas,

cómo crear una marca,
y desarrollar una cultura empresarial.

Y esa fue la parte divertida.

Y claro, de verdad tenía que amarlo
para soportar las bajas,

mientras criaba dos hijos.

Tuve una úlcera, ataques de pánico,
un viaje a la sala de emergencias.

Y me llevó casi 10 años
cambiar la empresa.

Pero, sigo aquí, 17 años después,
y las cosas mejoraron.

Me gustaría que analicemos al chocolate.

Pero primero les tengo una pregunta.

¿Cuánto dinero están dispuestos a gastar

en un botella de vino
para compartir con un amigo?

¿Quince dólares?

Seguro que sí.

Ahora, ¿cuánto están dispuestos a gastar

en una barra de chocolate artesanal
para compartir con ese mismo amigo?

¿Tres dólares?

¿Cinco?

¿Puede que no 15?

Bueno, espero que al final de la charla

consideren gastar en
una barra de chocolate artesanal

el mismo dinero que gastarían
en una botella de vino.

Porque me temo que si no lo hacen,
en el futuro no tendremos más chocolate.

En la antigüedad, cuatro milenios atrás,

los mayas entendieron
el valor del chocolate.

Por supuesto, entonces no era chocolate,
era solo un grano de cacao,

que usaban como moneda.

Quiero decir, es dinero.

Y un grupo selecto de la sociedad
hizo del grano una bebida

que creían que era afrodisíaca

y un brebaje que aumentaba la fuerza,

el cual consumían antes de ir a la guerra.

De alguna manera, en la antigüedad
entendieron que el chocolate era especial.

Hoy, el chocolate es el predilecto
barato de la góndola de los dulces.

Pero creo que estamos en la agonía
del renacimiento del chocolate,

en donde la gente comienza a entender

que el chocolate es complejo
y sofisticado e incluso nutritivo.

El chocolate sale del árbol
Theobroma cacao,

una planta nativa de la selva tropical
de América Central y Sudamérica.

Este árbol crece al costado
de la ruta en esos lugares.

O se siembran en fincas,

que son muy pequeñas,
entre una y dos hectáreas cada una,

propiedades familiares, que pasan
de generación en generación.

Hay más de cinco millones
de estas fincas en el mundo.

Cada una de ellas se encuentra
a 20 grados del ecuador,

porque ahí es donde están
las selvas tropicales.

A comienzos de la etapa colonial,

los europeos descubrieron
cómo convertir ese grano en chocolate.

Así que se llevaron
las plantas de América

a sus colonias en África.

Hoy en día, el 70 % de
la producción mundial de cacao

viene de dos países de África del Oeste:
Costa de Marfil y Ghana.

Y el 75 % de la población
de Costa de Marfil

dependen del chocolate o
del cacao para su sustento.

Y con los precios actuales del chocolate,

nos aseguramos que esta gente
siga pobre para siempre.

Y casi todos esos países en
esa franja a lo largo del ecuador,

no tienen poder político
ni beneficio económico.

El Theobroma cacao es
un árbol de aspecto extraño

con frutos que parecen pelota
de rugby y crecen del tronco.

Los agricultores usan machetes
para cortar esos frutos

y los parten a la mitad

dejando al descubierto una pulpa
pegajosa, blanca, muy ácida y deliciosa

que contiene los granos.

Una vez abierto los frutos, comienza
el proceso de fermentación.

Los granos pegajosos se meten
en cajas de fermentación,

donde permanecen por
una semana expuestos al aire.

¿Cuántos de ustedes sabían que
el chocolate es un producto fermentado?

De ahí, los granos se cargan
en largas camas de secado,

donde se secan al sol
durante una semana más.

Finalmente, los granos
están listos para el mercado.

Pero, por supuesto, estas fincas
se encuentran en áreas remotas,

en medio de la selva.

Muchas veces no hay rutas,

y si las hay,
están en muy mal estado.

De todas formas no importaría,

la mayoría no puede pagar un vehículo.

Así que no hay autos ni camiones.

Lo que hacen es cargar los granos
en bolsas de arpillera,

poner estas bolsas en carretillas
y las arrastran durante horas

por un camino fangoso
y con baches hasta recibir el pago.

Cada fruto contiene entre 20 y 40
granos en forma de almendra,

y se necesita un fruto entero
para hacer una barra de chocolate.

En un árbol crecen entre
20 y 30 frutos por año,

que equivale casi a un kilo
y medio de chocolate al año.

Comparemos eso con el consumo
de chocolate al otro lado del mundo.

Los estadounidenses consumen 4 kilos
de chocolate por persona al año.

327 millones de nosotros.

Y ni si quiera nos acercamos
a los primeros en esta categoría.

Los suizos consumen casi 9 kilos
de chocolate por persona al año.

Dios los ama.

(Risas)

Mientras la población amante
del chocolate siga expandiéndose,

esta demanda pronto superará
el número de agricultores

dispuestos a trabajar
a cambio de muy poco.

En su estado natural, el grano de cacao
tiene un sabor fuerte y amargo.

Sin azúcar agregada,
es más un gusto adquirido,

pero es casi el alimento perfecto.

Tiene grasa saludable para el corazón,

un estimulante parecido a la cafeína
llamado teobromina.

Tiene proteína, magnesio, fibra,

y es, por mucho, el alimento
con más antioxidantes,

supera en un 50 %,

a su más cercano, las nueces pacanas.

La próxima vez que quieran
agregar antioxidantes en su dieta

busquen una barra de 28 gramos
de chocolate amargo,

o pueden seguir masticando
las dos o tres tasas de kale.

(Risas)

Si tomamos granos de distintos árboles
y de distintas regiones del mundo

y los procesamos todo de la misma manera,

sus sabores serán
extremadamente diferentes.

Así que no es sorpresa
que la siguiente etapa

de la fabricación del chocolate,

sea igual de difícil.

Los fabricantes que en gran parte
están en países desarrollados,

clasifican y tuestan los granos,

luego les quitan la cáscara
y quedan las puntas de cacao,

que luego muelen y forman

una pasta llamada licor de cacao,

el cual pasa a ser refinado

y eliminar los grumos,
nadie quiere chocolate grumoso,

y luego se cocina lentamente,
durante días,

para extraer los sabores fuertes.

Ahí es cuando se agrega azúcar,
leche o el ingrediente que sea.

Es muy difícil hacer chocolate.

Pero aun más difícil
es hacer buen chocolate.

Y eso, creo que es dos tercios ciencia

y un tercio arte, delicadeza y paciencia.

Con una rueda de degustación
de chocolate identifico,

una vez hecho un rico chocolate,
su perfil de sabor inusual.

Son capas de sabor en la boca

una experiencia difícil de describir.

He visto una rueda similar
en la cata de vinos

con adjetivos diferentes.

Pero el punto es que los dos productos
son igual de complejos

e igual de interesantes
y divertidos a degustar.

El cacao, al igual que todos los cultivos,
tienen enemigos naturales y artificiales.

Hay enfermedades y sequías,
que empeoran con el cambio climático.

Hay conflictos políticos y corrupción
en muchos de estos países.

Y hay desesperación y pobreza.

A veces, los agricultores
talan la selva tropical

para cultivar más árboles de cacao

con la esperanza de ganar
unos dólares más.

Claro que el árbol de cacao es selvático,
quiere estar en ese hábitat,

y por supuesto, sabemos
que eso no es bueno para el planeta,

pero ellos necesitan lo que sea
para ganarse la vida a duras penas.

Los agricultores no ganan lo suficiente
para tener una vida digna,

y sus hijos lo notan,
notan lo duro que trabajan,

y piensan: "No quiero
hacer eso de grande".

Hay una verdadera crisis.

Hoy, la edad promedio
de los agricultores es 50 años

y no saben quién se hará cargo
del cultivo de sus tierras

en la siguiente generación, y adivinen,

si no tenemos agricultores, no tenemos
cultivos, y no tenemos chocolate.

La situación actual es
desoladora y complicada.

Los agricultores están lejos
y no tienen voz.

Y adivinen qué.

No tienen un plan B
para complementar sus ingresos

al trabajar en un tienda;
viven en el medio de la selva.

Siguen haciendo lo que han hecho
durante generaciones

y esperan que las cosas cambien.

A veces se ven obligados
a usar a sus hijos, trabajo infantil,

para cultivar durante la cosecha
ya que no le pueden pagar a nadie.

Y cuando la cosecha termina,
no quieren que los granos se pudran,

necesitan cada uno de ellos.

Y como a ustedes, no nos gusta
que pase esto en la industria,

pero es un problema
muy difícil de resolver

porque las más de 5 millones
de fincas están esparcidas en el campo.

No hay una comunicación
centralizada con ellos

o de hacer llegar el mensaje,

por eso la situación continúa.

Hay agencias certificadas
como Fairtrade,

la certificación Rainforest Alliance,
que a menudo están sobre el terreno

y tratan de enseñarles a
los agricultores mejores prácticas

y los alientan al pagarles un poco más

para que puedan mandar
a sus hijos a la escuela.

Es útil, pero no es suficiente
para un cambio total.

Sé de gente que boicotea
al chocolate por este motivo.

Y creo que "no ayuda a la situación,

ya que todo lo que hacen

es privarles a los agricultores
de su subsistencia".

Y a fin de cuentas, creo que son
los precios bajos en el chocolate,

el umbral artificial y el bajo valor
que tiene el chocolate.

Creemos que es una golosina
para los chicos en Halloween o Pascua,

y es barata, ¿no?

Pero no lo es, puede ser una exquisitez.

Pero los fabricantes de chocolate
están atrapados por la situación

porque si no puedes cobrar
lo suficiente por el chocolate,

entonces no puedes
permitirte pagar más por él.

Estamos en un callejón sin salida.

Si les pagamos más a los agricultores,
más a los fabricantes de chocolate,

entonces los niños irán a la escuela.

Imagino un mundo donde hay
un plato de chocolate en la cena,

tal vez un plato especial.

Y los veo sentados analizando,
probando y apreciando

el terruño o el porcentaje de cacao,

los aromas y los delicados sabores.

Sabiendo que el producto
se cultiva muy lejos.

Creo que algún día sabrán

que el cacao de Venezuela
sabe a frutos rojos y especias.

Y el cacao de Papua Nueva Guinea
tiene un sabor terroso y cítrico.

Y querrán pagar más para que
el agricultor y el fabricante

y todos en esa cadena alimentaria
se tomen el tiempo necesario

para llevar a nuestra mesa el aroma
y la exquisitez de ese grano.

Como industria, ¿qué hacemos?

Comencé con tours guiados por
mi fábrica en Seattle Chocolate

porque quiero enseñar a la gente

ya que creo que es el primer paso.

Entender que hoy estamos aprendiendo.

La Asociación de Industrias de
Chocolate Fino (FCIA)

se reúne varias veces al año

para proponer soluciones a nuestra
problemática cadena de abastecimiento.

La Fundación Heirloom Cacao Preservation

descubre cada año nuevas variedades
de cacao en selvas remotas

y trata de conservarlas para el futuro.

Hay universidades en todo el mundo
que estudian la genética del cacao,

quizás algún día las clasifiquemos
como al Merlot o Cabernet;

eso no existe en el mundo del chocolate,

pero tenemos
muchas variedades interesantes.

Necesitamos esa clasificación.

Hay un movimiento entre nosotros,
y eso es bueno.

Pero falta algo crucial,

son Ustedes.

Vamos a unirnos
y acelerar el renacimiento.

Compren un chocolate artesanal
de 10 dólares para compartir con un amigo,

analicen y descubran
qué hace el agricultor,

de dónde es,
qué les gusta del chocolate.

Luego compren uno distinto
para comprarlos y contrastarlos

porque no hay dos chocolates
de 72 % cacao con el mismo sabor.

Son fermentados de distinta manera,
son de distintas variedades,

son tostados de diferentes formas,

y todo esto hace que el resultado
siempre sea distinto.

Es alucinante.

¿Y adivinen qué? Es divertido.

Lleven un caja de chocolate
de 40 dólares a su próxima cena,

llevarán postre y conversación.

El chocolate tendrá
un nuevo y amplio respeto,

entendimiento y apreciación

que elevará al cacao y les dará
a los agricultores el futuro próspero

que se merecen.

Gracias.

(Aplausos)