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El mito azteca del dios Sol menos pensado - Kay Almere Read

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    Nanahuatl, el más débil de los dioses
    aztecas, enfermo y cubierto de llagas,
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    había sido elegido
    para crear un nuevo mundo.
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    Anteriormente, ya hubo cuatro mundos,
    cada uno regido por su propio dios Sol,
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    que fueron destruidos a su turno:
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    el primero, por jaguares;
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    el segundo, por los vientos;
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    el tercero, por lluvias de fuego;
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    y el cuarto, por inundaciones.
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    Para crear el quinto Sol,
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    el dios Quetzalcoatl,
    o "la serpiente emplumada",
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    había descendido al inframundo
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    a rescatar los huesos
    de la humanidad desaparecida,
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    y los roció con su propia sangre
    para resucitarlos a la vida.
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    Pero ahora necesitaban
    un mundo donde habitar,
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    y otro dios debía lanzarse
    a la gran hoguera
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    para transformarse en el quinto Sol.
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    El dios del Sustento y el del Fuego
    habían escogido a Nanahuatl para la tarea,
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    en tanto que el dios de la Lluvia
    y el de los Cuatro Rumbos
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    tenían a su propio elegido:
    el arrogante y opulento Tecciztecatl.
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    Primero, los rivales debían ayunar
    cuatro días y hacer ritos de sangre.
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    Nanahuatl solo contaba con espinas
    de cactus para verter su propia sangre
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    y con ramas de pino para bañarlas
    en su preciada ofrenda roja.
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    Aun así, se propuso dar lo mejor.
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    Tecciztecatl, en tanto,
    hizo alarde de sus riquezas,
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    y ofreció bellas espinas y ramas de jade
    con plumas tornasoladas de quetzal
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    en lugar de un sacrificio de sangre.
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    Al cabo de los cuatro días,
    la hoguera ardía con gran intensidad.
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    El arrogante Tecciztecatl
    se acercó cuatro veces a las llamas,
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    y cuatro veces desistió,
    dominado por el miedo.
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    El humilde Nanahuatl dio un paso adelante.
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    Los otros dioses lo pintaron de blanco
    y lo cubrieron de plumas.
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    Sin dudarlo, se arrojó a las llamas.
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    Un águila con las plumas chamuscadas
    se abalanzó a la hoguera,
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    tomó a Nanahuatl y lo llevó al cielo.
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    Allí, el dios y la diosa
    del Sustento lo bañaron,
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    lo sentaron en un trono de plumas
    y le ciñeron la cabeza con una cinta roja.
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    Inspirado por Nanahuatl,
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    Tecciztecatl se arrojó a la hoguera
    ya extinguida, meras cenizas frías.
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    Un jaguar saltó al pozo, pero no pudo
    llevar a Tecciztecatl al cielo.
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    Cuando Tecciztecatl llegó al horizonte,
    una banda de diosas lo vistió con harapos.
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    Aun así, seguía teniendo
    el mismo brillo de Nanahuatl,
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    pero como había demostrado
    tan poca valentía y tanta arrogancia,
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    uno de los dioses le arrojó
    un conejo sobre la cara,
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    que atenuó su resplandor.
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    Pero el quinto mundo no había
    terminado de formarse.
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    Nanahuatl, el dios Sol, brilló
    durante cuatro días seguidos
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    sin moverse en el cielo
    como lo habían hecho sus antecesores.
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    En Teotihuacán, los dioses
    empezaron a preocuparse.
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    Encomendaron al Halcón de Obsidiana
    preguntarle cuál era el motivo.
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    Nanahuatl respondió que, así como él
    se había sacrificado para ser el dios Sol,
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    era preciso ahora que los otros dioses
    le ofrecieran su sangre
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    para poder desplazarse por el cielo.
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    Encolerizado ante el pedido,
    el dios del Amanecer le arrojó una flecha.
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    El dios Sol se defendió y acertó
    con sus flechas de plumas de quetzal
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    en la cara de su agresor,
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    y lo transformó en escarcha.
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    Antes de que otros
    intervinieran impulsivamente,
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    los dioses se reunieron
    para dirimir la cuestión.
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    Ciertamente, nadie quería
    ofrecerse en sacrificio,
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    pero tampoco querían actuar
    como el dios del Amanecer.
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    Por otro lado, Nanahuatl
    había cumplido con su palabra
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    de sacrificarse por el mundo.
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    ¿Cómo no recompensarlo
    ahora con el sacrificio ajeno?
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    Tuvieron en cuenta
    que hasta el cobarde de Tecciztecatl
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    había llegado a imitar
    la valentía de Nanahuatl.
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    Por fin, cinco dioses decidieron
    ofrecerse en sacrificio.
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    Uno a uno, el dios de la Muerte
    les atravesó el corazón
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    con una daga de obsidiana,
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    y los ofreció al nuevo dios Sol.
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    Con el sacrificio del último dios,
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    el dios Quetzalcoatl reavivó
    las brasas de la hoguera con su aliento
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    y finalmente el Sol comenzó
    a desplazarse por el cielo,
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    que marcó así el inicio de la quinta era.
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    Gracias a un ser débil y poco agraciado,
    cuya fortaleza inspiró a otros dioses,
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    el Sol hace su recorrido día a día,
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    y la Luna con cara de conejo
    le sigue los pasos.
Title:
El mito azteca del dios Sol menos pensado - Kay Almere Read
Speaker:
Kay Almere Read
Description:

Mirar la lección completa en https://ed.ted.com/lessons/the-aztec-myth-of-the-unlikeliest-sun-god-kay-almere-read

Nanahuatl, el más débil de los dioses aztecas, enfermo y cubierto de llagas, había sido elegido para crear un nuevo mundo. Anteriormente, habían existido cuatro mundos, cada uno de ellos regidos por su propio dios Sol; pero cada uno, a su turno, había sido destruido. Para que sea posible la creación de un mundo nuevo, otro dios debía arrojarse a la gran hoguera y transformarse en el quinto Sol. ¿Será Nanahuatl capaz de ofrecerse en sacrificio? Kay A. Read nos relata el mito del Sol.

Lección de Kay Almere Read; dirección de Tomás Pichardo-Espaillat.

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Video Language:
English
Team:
closed TED
Project:
TED-Ed
Duration:
03:58

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